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La gestión y la acción de gobierno en los ayuntamientos, administraciones con gran capacidad de decisión y las más próximas al ciudadano, ha de ser colegiada y también corresponsable.

Ello exige la implicación, la lealtad y la confianza mutua de las formaciones que integran el equipo de gobierno municipal. En caso contrario, se instala la ineficacia, la descoordinación y surgen los reproches, porque cada área se convierte en un departamento estanco donde rigen los criterios políticos del partido que tiene asignada la delegación.

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En Menorca hemos vivido, durante el anterior mandato, ejemplos de esta mala praxis política, siendo el Ayuntamiento de Ciutadella la institución donde con mayor intensidad se evidenciaron los desacuerdos y las recelos. Los desmarques entre el PSOE y PSM afloraron con toda su crudeza durante la campaña electoral. Aún resuenan las críticas de Carol Cerdà, candidata a la alcaldía por el PSOE, en la presentación de los ‘número 1’ socialistas en Es Mercadal. El discurso de Cerdà sorprendió por la aspereza con la que denunció «los cuatro años de inactividad en Ciutadella, que no nos podemos permitir». En un tono más propio de la oposición que de quien ha formado parte del gobierno local encabezado por la alcaldesa saliente, Joana Gomila, la aspirante del PSOE disparó contra quienes eran sus socios, a los que transformó en adversarios. Responsabilizó al PSM, al que definió como un partido «anclado en la política del no». Aquellos exabruptos dolieron mucho al partido nacionalista. Con estos mimbres, y a 48 horas de la constitución de la corporación municipal de Ciutadella, todo es una incógnita. La alcaldía es el codiciado y oscuro objeto de deseo que ha impedido el pacto.

Aunque, in extremis, se consiga un acuerdo, forzado por las conveniencias, ¿cuál es la garantía de entendimiento y gestión colegiada del PSOE y el PSM? ¿Van a continuar los reproches?