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Me da el pálpito que los políticos piensan sobre todo en sí mismos, de ahí que lo primero que el político se mira, es si la decisión de hacer o deshacer le beneficia o le perjudica en su estatus político.   

Es también cierto que el político debería de estar alerta sobre lo que el pueblo demanda, saber si puede posponerse o ha de tomar ya mismo la decisión de ponerse manos a la obra.

Conozco de una carretera por la que llevo más de 20 años pasando que te llevará de las estribaciones de Ribadesella hasta la desviación de Arriondas, a un tiro de piedra de Cangas de Onís. No creo que sean los kilómetros que han estado en obras más de 15, aunque eso sí, con la complejidad añadida de ser una carretera con mucho tráfico pesado en zona de montaña. He visto varias inauguraciones en la zona, una inauguración por el puente que libra la zona del barranco, otra inauguración por haber quitado del medio un buen trozo de montaña que complicaba el final de obra y un tramo ya asfaltado con suelo antideslizante dado el lugar del que estoy hablando. En resumidas cuentas, los políticos que tuvieron en sus carteras lo de llevar adelante la carretera respecto a las inauguraciones supieron sacarle partido.

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Nunca he visto tan poca carretera con más inauguraciones. Detrás se dejaba ver el trabajo del político avisado en el oficio de buscar  la inauguración en  momento clave, y ninguno lo es tanto como la cercanía de unas elecciones o quizá porque el político se ha barruntado que en las «alta esferas» le están tomando interés porque puede estar al caer un ascenso importante. El político que tiene el oficio bien aprendido y olfato para la cosa, sabe aprovechar los momentos que se le presentan, aunque en sus afanes desmedidos y poco dominio de la necesidad pública, a veces se pasan de frenada y les da por gastarse una pila de millones del heraldo público    en construir por ejemplo, un aeropuerto donde maldita la falta que hacía, o tras tres o cuatro reuniones al más alto nivel, entre los sopores del Vega Sicilia, los efluvios de la paletilla de lechal, el entrante de cocochas de merluza o las ostras de Ría de Arousa, bien regadas con un espléndido Ribeiro, aflora la ensoñación, sacando en volandas con su espíritu de grandeza hasta que una voz cantante con mando en plaza, dice que hay que construir cuanto antes, una zona donde aglutinar edificios oficiales que en su conjunto lo vamos a llamar la «Ciudad de la Justicia», como si semejante ocurrencia hubiera sido como poner un huevo frito en la mesa, todos querían mojar en él, pero amigo, luego pasa lo que tantas veces les pasa a los políticos, tras un sinfín de dificultades no calculadas y un añadido en el monto de los miles de millones mal invertidos, las obras se paralizan, sin darle al pueblo ninguna explicación de qué pinta allí aquel mamotreto. A la sinrazón de la colosal chapuza, no hay forma humana en encontrarle otra capacidad de servicio que pudiera servir por lo menos para rentabilizar la fortuna invertida en una ensoñación que nació acunada por unas cabezas que no tuvieron que pagar nada de su propio bolsillo ¿Qué le pasa a quien maneja fuertes sumas de caudales públicos ante fastuosas y estériles    ocurrencias? Nada, no les pasa nada.    Lo    más probable es que sigan con su coche y chofer oficial, su secretaria, su estupendo salario y ostentando el inmerecido privilegio de ser nombrado como Excelentísimos Señores.

¿Adónde miran los políticos cuando nos ponen fecha para ir a votar? Pobre del pobre que es pobre pero que en su honradez y en su ignorancia, le entrega el poder para    cuatro años, para que mire de hacerle la vida solo un poquito más amable. El pobre votante más pronto que tarde acaba por descubrir que algunos políticos, gracias a los votos que les dan, lo que sí tienen asegurado es vivir a tutiplén.

¿Por qué a un político que se ha fundido tan alegremente millones que no eran suyos no se le sanciona por lo menos por cesarle fulminantemente?

La función política hace tiempo que tendría que haber sido revisada, está necesitada de un rigor que le dé prestigio al gestor, pero sobre todo seguridad al ciudadano que debe exigir que ni un solo euro sea derrochado impunemente.