TW

Algunas fiestas de la España festiva parecen haber sido acunadas en la vecindad de la España democrática, pero… qué va, qué va, qué va, ni mucho menos.  Miren, hoy por ejemplo traigo a estas páginas los orígenes de la fiesta de «La Tomatina», tan peculiar festividad tiene los orígenes en Buñol, en el año 1945, tiene pues 78 años, si bien, antes de tener la fama y el predicamento actual, «la Tomatina» pasó por los imprevisibles avatares de las prohibiciones y en tiempos de aquella interminable e injusta dictadura, también tuvo que pagar con sus huesos en la cárcel más de un vecino de Buñol por el «delito» de tirar un tomate.

Imagínense ahora que se tira todos los años una media de 130 toneladas (ciento treinta mil kilos de tomates), lanzados entre los asistentes de «la Tomatina», el último miércoles de agosto en Buñol. Ya ven ustedes como unos tomates pudieron contra la incomprensión de una dictadura hecha a arreglar lo que no le gustaba a fuerza de palizas y de meter a la gente a la cárcel por lanzar un tomate.  Parece una exageración o una licencia del narrador de aquellas exageradas penitencias, pero sepan que es tan lamentable la verdad que no necesito exagerar ni siquiera poniéndole a mi escrito una coma de más.

Noticias relacionadas

Pero bueno, a lo que vamos, para ello volveré por el camino que traía. En el año 1945, la plaza de Buñol fue el escenario de una pelea entre un grupo de jóvenes, como no tenían nada a mano para emplearlo como munición para tirárselo entre sí, no se les ocurrió otra idea que acudir a un puesto de fruta y verdura y echar mano de los tomates que estaban allí a la venta.

Como consecuencia se entabló una secular batalla a tomatazo limpio, quedando el verdulero sin tomates, y la batalladora juventud satisfecha de ver quién se había rebozado mejor en una salsa de tomate. La munición fue singular y oportuna. Evidenciando que la ocurrencia había gustado tanto, que al año siguiente trayendo los tomates de su casa, la juventud de Buñol volvió a tomar tan inofensivas armas para liarla parda, bueno, más que parda, roja como un tomate, pero como en aquel «acudit», ni el Ayuntamiento ni los que se ostentaban a sí mismos ser los veladoras de las buenas costumbres que hacían valer por la fuerza de la fuerza que a su voluntad aplicaban a quien interpretasen que se habían salido de la linde. Total, que la fiesta fue prohibida.

Los que conocen la historia de «la Tomatina», afirman que la cosa tuvo un desenlace angustioso.    En el año 1957, la fiesta que transitaba por los difíciles inicios que ustedes ya se supondrán, fue de nuevo prohibida, lo que provocó una respuesta popular, que a fin de cuentas es lo que le sucede a quien tensa demasiado la cuerda y que acaban encontrándose con una explosión social. Total, que expuesto el asunto a la opinión popular, esta dictaminó que urgía una reunión a la que se convocó todo el pueblo, acordando llevar a cabo un entierro con su ataúd y dentro el tomate más grande que fueron capaces de conseguir. Los vecinos vestían de luto riguroso y una banda de música hacía valer los conocimientos que tenían sobre la música fúnebre, unas plañideras lloraban a moco tendido, y lo que son las cosas de esta vida, aquello cuajó de tal manera, que «la Tomatina» fue instaurada como fiesta de forma oficial. A partir de 1980, la televisión ayudó a popularizar esta fiesta que antes apenas era conocida por los valencianos. Ahora tiene fama mundial, llegando a superar los 45.000 participantes, que se ponen de tomate hasta las trancas ¡Qué cosas!