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¿Cómo están, queridos lectores? Imagino que un poquito más relajados una vez comprobado que algunos vendieron la piel del oso antes de cazarlo. Ya saben, esto de la vida es una cuestión de expectativas, si esperas tocar el cielo con las manos y te quedas en las nubes se te queda una cara de bobo que flipas. En cambio, si ni tan siquiera esperas despegar tus pies del suelo y después llegas con la yema de los dedos a un aro de baloncesto te sientes un triunfador en toda regla. También funciona en negativo, es decir, yo esperaba que oliera más aún a naftalina, a sobaco de brazo en alto con la palma extendida, a censura, a rancio, a caspa y a tiempos vetustos, y ya ves tú, el olor no es pequeño ni mucho menos, pero de momento se ha hecho soportable. Mi cosmovisión sigue tan simple como el funcionamiento de mis dos neuronas: Siempre al lado de los explotados. Siempre enfrente de los explotadores. No doy para más.

Y llega a mis orejas el último ejemplo que demuestra que eso de que los mercados se regulan solos es una trola del tamaño de una mierda de elefante. La ciudad de Ámsterdam, que como todos sabemos está gobernada por peligrosos comunistas, ha prohibido los cruceros. Toma ya, han comprobado que un megacrucero contamina lo mismo que unos 30 mil camiones, y que el turismo masivo que sufre la ciudad no es bueno para nadie. Así que ya ves, en un feudo gobernado por el Partido Popular por la Libertad y la Democracia, que como ya imaginarán no bebe ideológicamente de Marx, ni de Bakunin, han decidido que al idolatrado mercado hay que ponerle coto. Que se puede ser muy liberal y todo eso, pero que hay cosas que si no se regulan se van de madre y no molan nada. Que se puede ser muy «señorón» de derechas y todo lo que tú quieras, pero que lo de la sostenibilidad, lo del respeto al medio ambiente, lo de controlar la especulación de los cuatro buitres para miseria de la mayoría, debería ser intrínseco a la condición humana, sin más puñetas.

Lo que nos hace realmente humanos es la moral. Sin conciencia, sin remordimientos, sin empatía, sin solidaridad, sin respeto a cualquier persona por raro que quiera ser, por  distinto que quiera ser, nos convertimos en meros depredadores sin escrúpulos. Por eso es imprescindible diferenciar con claridad entre seres humanos y nazis; y entre seres humanos y neoliberales salvajes a los que les da igual gasear una aldea en África, que contaminar un río en Sudamérica, con tal de aumentar los beneficios de unos cuantos hombres blancos lechosos, tendiendo al rosa, y grimosos a los que llaman accionistas.

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Y no quiero acabar este articulo sin hacer mi pequeño homenaje anual a los camareros y camareras del mundo, y hacerlo extensivo a todo el sector servicios, auténtico pilar de la economía, se pongan como se pongan los personal shoppers, los influencers, los diseñadores gráficos y  los cargos de confianza de la esfera política, que sirven para lo que sirven y ya está.

Dicen que ahora no se encuentran camareros, igual lo que no se encuentran son esclavos. Había unos cuantos muy acostumbrados a aquello de: «esto es lo que hay, tengo mil como tú esperando fuera». Pues mira, la tortilla se giró, si quieren buenos profesionales págales bien y dales una jornada digna. Si algún día los camareros y las camareras decidieran parar, o lo que es aún peor tirarnos mal las cañas, la civilización, tal como la conocemos hasta ahora, se iría al carajo, así que máximo respeto. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com