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Unos cierran por vacaciones, otros abren. El verano pasa en un abrir y cerrar de ojos y negocios. El descanso estival se apoya sobre el trabajo de los que se ganan la vida cubriendo las necesidades ajenas. Con el otoño que nos espera, será mejor vivir el presente. El ocio y el entretenimiento son el alivio de tanta tensión y tanta espera aunque, la verdad, no sé qué esperamos. A pesar de que el Congreso está cerrado por vacaciones, el país sigue abierto al turismo (el de masas, o low cost, y el de ricos o hiperricos que mueve montañas de dinero). Es una de nuestras mejores industrias. Parece que los últimos datos lo confirman: el dinero (que ya no es el vil metal desde que existen las tarjetas de crédito) mueve el mundo y a sus habitantes de toda procedencia e ideología. En España, esto se acentúa con los pactos que permitirán repartir de forma participativa y generosa el presupuesto público. Abramos los ojos de una vez y no seamos cerrados de mollera. La realidad no es como nos gustaría que fuese, sino como nos la encontramos a cada paso. Es preferible no pedir peras al olmo ni dinero al banco. Si aceptamos los hechos consumados y los productos consumidos, viviremos tranquilos como estoicos.

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Gracias a las vacaciones de verano podemos cerrar los ojos por un momento y sentir en el rostro la suave brisa marina. Escuchando embelesados el cadencioso rumor de las olas, ni nos enteraremos si se acerca un tsunami.