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Durante muchos años se cometió el imperdonable atropello de comercializar el brandy jerezano con el nombre de coñac admitido como vocablo en el diccionario de la Real Academia Española. Hoy este brandy de Jerez está perfectamente identificado. No obstante conviene, en honor a la verdad, decir que en las zonas de habla inglesa siempre se le nombró como brandy hasta que también se corrompió su original nombre por el de cognac afrancesando hasta la pronunciación. Conviene dejar bien sentado que el cognac, el armagnac y el brandy de Jerez proceden de productos espiritosos, es decir, de un destilado de vino teniendo en la actualidad denominación propia, si bien cada producto tiene sus propias características, las uvas y sus vinos diferentes, la técnica de destilación, que aunque semejantes tiene matices diferenciadores, la madera empleada en la vasija, pero sobre todo los métodos de añejamiento notablemente diferentes.

El brandy de Jerez goza de una fama muy característica que logra una obra espléndida, inconfundible. Aunque tengo prisa en decirles que somos muy tiquismiquis y enseguida encontramos contradicciones, a veces absurdas, que forman parte de una manera española de embolicar la troca.   

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Es curioso tener que admitir que grandes empresas jerezanas como Pedro Domecq, Gónzalez Byass y Osborne producen gran parte de sus brandys en Tomelloso, Ciudad Real. ¿Por qué se afirma entonces que el brandy se cría y envejece en Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda y Puerto de Santamaría? Aquí hay una errata más a tomar en cuenta.

A veces me han preguntado quién descubrió, o por un mejor decir, quién creó el alcohol. En puridad puede afirmarse que no puede atribuirse a ninguna civilización antigua. Hay teorías para todos los gustos, podría ser de origen chino si hemos de hacer caso a José de las Cuevas que atribuía el invento a los chinos, donde según este autor pasó a Egipto y de allí a los árabes. Lo que sí es seguro es que fueron los árabes los que en Jerez empezaron a destilar el vino en alambiques y alquitaras que como observarán son nombres de origen árabe. Si nos entretenemos en repasar la documentación que nos dejó el gaditano Columela, nos sorprenderá los conocimientos que los árabes alcanzaron sobre los vinos y sus sorprendentes destilados. La palabra alcohol es de origen árabe. Es un error atribuir al médico valenciano Armando de Vilanova el descubrimiento del alcohol, si bien, a mi modo de ver, esa afirmación diría yo que gratuita, nace del hecho que Hernando de Vilanova era un políglota de amplísimo registro. También me parece una atribución gratuita decirnos que las barricas donde envejece el coñac Hennessy tienen 32 duelas.    Una duela más o una duela menos ni le da ni le quita nada a ningún coñac por muy Hennessy que sea o deje de ser. ¡Hombre! Lo que sí puede tener importancia es que en el ensamblaje de las duelas y aros intervenga la acción del fuego durante 12-14 minutos. El coñac que se conserva en esas barricas o botas tendrá una «herencia» a tostado que para mi gusto no añade nada, más bien al contrario, le resta a su genuina idiosincrasia. Decíamos al principio de este trabajo que en España se cometió el error de llamar a nuestro brandy de Jerez cognac. La palabra brandy viene de la adaptación inglesa del término holandés «brandewijn» que en su literalidad significa «vino quemado». No obstante la palabra que acabó por imponerse fue su adaptación inglesa de brandy pero como es frecuente que pase cuando un producto comercial tiene éxito, aparecieron nuevos productos que sin escrúpulos empezaron a usar alcoholes procedentes de melazas, remolacha, patata y posiblemente de alcoholes procedentes de cereales, maíz, cebada, etc.    Así las cosas, a finales de 1988, el consejo de ministros de la CEE aprobó un reglamento donde se establecían las reglas generales a la definición, designación y presentación de las bebidas espiritosas que en relación a la palabra brandy dice: bebida espiritosa a partir de aguardiente de vino envejecido en recipientes de roble. Antes de aprobar este reglamento transcurrieron muchos años en los cuales la historia del coñac, el brandy y el armagnac, estuvieron sometidos a un totum revolotum que a nadie beneficiaba.