TW

Resulta por lo menos curioso, fijarse en los distintos y distantes que pueden llegar a ser los pactos políticos, para que un determinado partido pueda gobernar. No basta con ganar de momento unas elecciones, porque de hecho solo serán útiles si podemos presentar esa ganancia en el Parlamento ¿De qué le servían a Xavier Arzallus los diputados que tenía? Pero ajustemos más el ejemplo ¿de qué le sirvió a Inés Arrimadas ganar las elecciones en Cataluña? Luego, no supo o no pudo pactar, sin embargo, para Aznar le fueron muy útiles los votos de Arzallus y de Pujol. Recuerdo que Arzallus dijo en un momento dado, que se había puesto de acuerdo con Aznar más veces en un mes que con Felipe González durante 13 años. Los diputados de Junts (7) ¿de qué le sirven? Prácticamente de nada o de muy poco, mientras que arrimarlos a la aritmética parlamentaria puede ser la llave que ayude a dar la victoria a Feijóo o a Sánchez. Es lo que tienen los partidos periféricos, que con apenas diputados, pueden tener la llave de la gobernabilidad, incluso a veces con un único diputado como en Canarias; un voto llegada la premura de una situación asfixiante, puede alcanzar el valor de lo trascendental. En la historia que conocemos y hemos tenido un rey que daba su reino por un caballo, William Shakespeare    lo inmortalizó en su obra Ricardo III.    Frase que el Rey inglés Ricardo III pronunció en un momento en que se encontró acosado y desesperado por sus enemigos en la batalla de Bosworth. ¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!

Noticias relacionadas

Aquellos partidos periféricos que no encuentran acomodo parlamentario, no les queda otra solución que intentar «vender» bien sus exiguos resultados electorales y ofertarse a quien necesita con urgencia y sin más remedio «un caballo», que consiga que la aritmética electoral les sea favorable o por lo menos beneficiosa. Nos asombramos de que el PP o el PSOE pacten con otros partidos que la política y sobre todo la ligereza de lengua, les ha convertido en enemigos irreconciliables; postura absurda cuando no mezquina si un partido de derechas coge dos o tres diputados    de un partido de izquierdas    ¿Quién se debe de sentir peor? ¿El partido de izquierdas que ha dado tres diputados o el partido de derechas que no ha hecho ascos a un partido de izquierdas y que encima ha pagado «concediendo» regalías como cobro de las multas de    tráfico? por ejemplo. Ni la izquierda ni la derecha deberían tener empacho en coger diputados de otro partido para llegar a una mayoría que les permita gobernar, si es verdad que ambas formaciones políticas trabajan para mejorar las condiciones de quiénes les han elegido para gestionar sus necesidades.    Además, no tiene porqué ser exclusivo de la izquierda lo de los avances progresistas, esa es una forma egoísta y falsa que todo lo progresista es de izquierdas, la derecha en todos los países del mundo han gestionado y llevado a buen puerto más de una necesidad ciudadana, tan progresista como otra cualquiera. Es verdad que alguna forma de proceder es genuinamente de derechas o de izquierdas, pero esa no debería de ser la razón para que en una legislatura no se puedan aunar esfuerzos en función de la necesidad ciudadana. Claro, que para eso y simplemente para empezar, lo que no debe de hacerse es ponerse como posesos a lanzarse mutuamente improperios, mentiras, descalificaciones absurdas, acusaciones sin ningún nivel político, porque luego viene lo que les pasó a los del PP de Aznar, cuando a Jordi Pujol le gritaban cuando le echaban la vista encima: «Pujol, enano, habla en castellano». Pero hete aquí que a Aznar le hicieron falta los votos del partido de Pujol, y no le quedó otra que hacerse de carne y hueso en televisión para anunciar al orbe que de la noche a la mañana en la intimidad hablaba en catalán. Había que haber visto a Aznar hablando en catalán, aunque como políglota este hombre no tiene precio: está tres días en el rancho de Richard Bush y vino el hombre con un marcado acento tejano que asombró hasta los más cercanos.