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No quiero aceptar las cosas que no puedo cambiar

Pero me opondré a    lo que no puedo aceptar

Deberíamos haber estado desde el Mundial Femenino hasta la presente, hablando en la televisión y en los periódicos, del éxito alcanzado por la selección española; una selección de mujeres que ha mostrado al mundo como también se puede hacer encaje de bolillos con un balón, pero llevamos todo este tiempo cegados por la cochambre de un individuo que ha tenido en la presidencia de la Federación Española de Futbol, unas actuaciones públicas de tal calibre vergonzante, que ya es una inmensa mayoría la gente que pide que dimita de un cargo, que ojalá nunca hubiera ostentado. No se me alcanza a comprender como el asunto del presidente de la Real Federación Española de Futbol, tarda tanto en sustanciarse por unos hechos que hemos visto todos hasta la náusea. No es que nos lo hayan contado, dando una versión interesada, hemos visto en imágenes el pésimo comportamiento una y otra vez de este hombre.    Lo del beso en los labios de Jennifer Hermoso, coger a una jugadora y echársela al hombro poniéndole la mano en el muslo. Con todo, para mí es aún más barriobajero, lo que va en una de las múltiples denuncias contra este hombre, que señala la existencia de exhibicionismo obsceno ante menores de edad, en clara referencia al hecho de agarrarse con una mano los genitales, sin pararse a considerar que está presidiendo la victoria de la Selección Femenina de Fútbol, teniendo al lado a la Infanta Doña Sofía y a su Majestad a la Reina Doña Letizia.    Un acto, que estaba siendo televisado para todo el mundo; la imagen es tan surrealista que no cabe el esfuerzo de venir ahora a minimizarla con subterfugios baratos.   

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Por cierto, lo de la señora madre de este sujeto poniéndose en huelga de hambre el pasado 28 de agosto, lo comprendo, para una madre no hay hijo culpable.    Recuerdo un hecho, que, salvadas sean todas las distancias, buscando solo el ejemplo de lo que un hijo es para una madre, aunque lo que voy a narrar no tenga nada que ver con el fundamento de este trabajo. Ocurrió en un pueblo de la Guadalajara humilde, casi olvidada.    Por una calle del pueblo iba una pareja de la guardia civil llevando a un hombre esposado, cuando, de entre la gente que observaba perpleja el cuadro lorquiano, salió una voz angustiada, era la voz de su madre: «¡No te preocupes hijo mío, que como no te has comido las olivas, no ties que cagar los pites!».Ya era conocido por el pueblo que el detenido había confesado de plano dando pelos y señales de haber dado muerte a otro pastor de la zona por un asunto de pastos. Fíjense ustedes, que aun así para su madre no era culpable.    Comprendo perfectamente a la señora madre en huelga de hambre, y seguramente verá o le habrán hecho ver una cacería mal intencionada donde no hay ningún pite que «cagar».   

Otros por el contrario, no comprendemos cómo este hombre no ha sido desde el principio destituido, aunque fuera cautelarmente de todo cargo inherente al futbol, por el que se embolsa una millonada, aunque no hay sanción más dura que el repudio de la mayoría de la sociedad.

Cómo hemos podido hacer tan mal las cosas para ir a darle el cargo que se le dio a semejante prepotente, que creía y quizá aún crea, que en su cargo venía inherente la voluntad de situarse por encima de los demás mortales que lamentablemente le ha permitido una obscena demostración de su absurdo machismo, agarrándose los testículos delante de todo el mundo, incluido de una infinidad de niños, en un acto televisado para todo el orbe. La hombría no está ahí señor mío.

Si para estas cosas también hubiera justicia, yo le daría todo el tiempo del mundo hasta que comprendiera y manifestase públicamente que por su culpa apenas hemos hablado de la Selección Femenina de Fútbol, y además por estos hechos, hemos sido y somos el hazmerreír de la gente a lo largo y ancho de todo el planeta. A partir de ahí, algunas cosas van a tener que cambiar en el futbol español. La sacudida de este tsunami sui generis ha generado a nivel mundial, está siendo de tal magnitud que el no actuar en consecuencia, nos devuelve directamente a la «atapuerca futbolera».