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Cuando a un partido le faltan votos para alcanzar una investidura exitosa, no le queda otra que negociar con otros partidos, que como es la costumbre, venden sus paupérrimas ganancias electorales al mejor postor al mayor precio posible. Lo malo de esta postura egoísta, sucede cuando el vendedor conoce la urgente necesidad del probable comprador, y entonces en una estrategia suicida, hace peticiones inalcanzables, como ahora es el caso de Junts, que pide una amnistía que entre en vigor antes de votar a Pedro Sánchez, o sea, cobrar por adelantado.

El viaje de la vicepresidenta segunda a Bruselas para entrevistarse con Carles Puigdemont, Yolanda Díaz, ha causado el algunos un fuerte malestar, incluso entre los viejos socialistas que han visto una maniobra muy arriesgada para que Sánchez siga gobernando ¿Es lícito el intento? En mi opinión por supuesto que sí, lo que ya es discutible es llevar a cabo esa maniobra con un prófugo de la justicia. Lo he leído de varias maneras, porque aquí el lenguaje se hace exquisito: fugado no es un término jurídico, prófugo es más apropiado, exiliado o represaliado son términos que no concuerdan con las circunstancias del expresidente, ahora en Bruselas. El caso es que se trata de un personaje que si entrase en España, probablemente sería detenido.

Alfonso Guerra calificó de «infamia» la reunión de Yolanda Díaz con Carles Puigdemont, celebrada el 4 de septiembre 2023 en Bruselas, Felipe González vio el viaje a Bruselas de la vicepresidenta en funciones como un acto equivocado. Yo les aconsejaría que leyeran el artículo publicado por José Antonio Martín Pallín en Infolibre, posiblemente cambiarían de opinión.

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Lo que hace que el asunto de la reunión con Puigdemont se haya encrespado al saber que lo que él pide es una amnistía, porque de inmediato aparece la frase «ho tornaran a fer», en castellano «volveremos a hacerlo». Si no hay propósito de enmienda, la amnistía carece de valor. Una amnistía significa cancelar las responsabilidades que se hubieran transgredido. En España, una amnistía no es una figura novedosa sobre la que conviene explorar bien sus consecuencias: novedosa no es, por cuanto en 1938, concretamente en el mes de mayo, Juan Negrín, fue el    primero en hablar de amnistía y un mes más tarde lo haría Manuel Azaña.

Una amnistía debe ser exigente, entre otras cosas porque corrige la sentencia de un Juez, modificando su cumplimiento, pero si la amnistía lo que hace es poner de nuevo en circulación a quiénes ya avisan públicamente de volver a hacer lo mismo que les llevo a la cárcel, la amnistía no puede concederse de ninguna manera, so pena de convertirse en coautor del delito cometido por el amnistiado. Además, imagínense un preso por haber asesinado a un comprador de pescado que fuera el hombre diciendo públicamente que el primer día que estuviera libre volvería a hacer lo mismo ¿Qué amnistía se puede dar así? Por cierto, la amnistía no se puede administrar a Carles Puigdemont sin haber sido antes juzgado y encontrado culpable.    El agravio comparativo con los otros amnistiados por el procés sería escandaloso, algo así como tomarnos la libertad de hacer con el ordenamiento jurídico «mangas y capirotes» a la mejor voluntad de quien haya infringido la Ley. Conviene recordar  que más de 60 cargos secesionistas catalanes han sido procesados o condenados por el 1-O.

Un indulto o una amnistía son cosas muy serias, sobre todo, cuando vemos que otros delincuentes con faltas infinitamente más sencillas, menos hirientes para la sociedad siguen en la cárcel, sin que tengan ni de lejos ninguna de las dos posibilidades que hemos enumerado. Es como si dijéramos que si la vas a liar, líala gorda, eso te puede facilitar un indulto o una amnistía, pero si eres un chorizo del todo a cien, ten por seguro que no habrá quien te libre.

Amnistiar a secesionistas a cambio de votos, es un intercambio que a muchos les va a caer como una patada en la espinilla.  En cualquier caso los que negocien para conseguir escaños, deberán de tener sumo cuidado  en cómo se enfoca negociación tan delicada, conviene no olvidar lo que dijo Casto Secundino María Méndez Núñez «vale más honras sin barcos que barcos sin honra».