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Por estos pagos dicen que cuando la vaca no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. Como quien respira por la herida, nombrar a Francina Armengol presidenta del Congreso y dar rienda suelta a la libertad de que sus señorías parlen las lenguas cooficiales catalana, gallega y euskera, ha sido todo uno. La anterior presidenta del Parlamento, a pesar de las presiones que tuvo en ese sentido, nunca las consintió, se opuso rotundamente a semejante despropósito, por eso me pregunto ¿en qué beneficia a la ciudadanía que un diputado nos haga saber sus intenciones en euskera, en catalán o en gallego? A bote pronto, no nos beneficia en absoluto, en ese sentido, al ciudadano le importa poco que el gato sea blanco, negro o color calabaza, lo que le importa es que el gato cace ratones.

Salvo que a sus señorías les haya dado de repente un profundo ataque de amnesia, en un Parlamento, donde todos dominan a la perfección el castellano, a qué viene ahora, después de cuarenta años de libertad parlamentaria, organizar una torre de Babel. Que para lo único que va a servir va a ser para crear un gasto innecesario, como si la política no nos saliera ya bastante cara. ¿Acaso catalanes, gallegos, vascos o valencianos van a ver satisfechas sus ambiciones por el hecho de formularlas en su propia lengua? Un Parlamento donde tampoco es raro que sus señorías tengan problemas en esa nimiedad de apretar un simple botón, ahora van a tropezar con lo que les diga un intérprete, que puede enfatizar o echar a barato la interpretación de cualquiera de las lenguas permitidas, como si sus señorías en sus mermas entrase el desconocimiento del castellano, que dicho sea de paso, es el idioma oficial de España. Aparte, que venir a formar una innecesaria torre de Babel no va a mejorar en nada la vida de la ciudadanía, si acaso, a liar más que de costumbre, la en ocasiones ligereza parlamentaria.

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Me da exactamente igual, que el atropello que llevaron a cabo los separatista catalanes, me lo expliquen en catalán, en castellano o en arameo, lo que no se puede mimetizar, es que fueron hechos muy graves. Otros quizás, con mayor fundamento, lo califican «de delitos muy graves». No hay idioma oficial de los hablados en España, que pueda cambiar que Puigdemont es un delincuente reclamado por la justicia. En definitiva, que papelón es el que van a hacer sus señorías como fingiendo que no saben español, y por eso, necesitan un intérprete que interprete bien, regular o mal, lo que la propia señoría sin necesidad de ser políglota, entiende perfectamente, evitando de paso, una falsa torpeza y un dispendio económico, como si de pronto estuviéramos sobrados de caudales públicos.

Dice Fernando Savater, en su columna del País, sábado 16 de septiembre: «hay que ser merluzo de piscifactoría para creer que el pluralismo consiste en diferenciarse a toda costa, aunque sea devaluando lo que da sentido a la diferencia, o sea la unidad».