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No sé cómo catalogar eso, seguramente con una hebra muy fina, pero pedir a los socialistas que no respeten la disciplina de voto, es un mensaje que en el espíritu de respeto que los políticos deben tenerse entre sí, me parece que debería contemplarlo el código penal, o por lo menos, un código de dignidad, para evitar que sea el árbol el que no nos deje ver el bosque en la obligada cortesía parlamentaria.    Entre otros, Moreno Bonilla, Cuca Gamarra, han transitado en público y repetidas veces por el atajo de la política rastrera, recordándonos aquel infame «tamayazo» que cambió el transcurso de la política madrileña.

El domingo, 24 de septiembre, una Dana de banderas de España fue entregada una a una por quiénes llevaban un fajo de ellas bajo el brazo; las iban repartiendo a la concurrencia.

El PSOE debería tomar nota y hacer exactamente lo mismo en sus manifestaciones, porque la bandera española no es patrimonio exclusivo del PP aunque ellos se lo crean. El cabreo contra Sánchez amarrado a una insólita amnistía de la que están en contra muchos socialistas, abonó la Dana de las banderas, aunque ya les digo, el independentismo catalán no se terminará por una acción de gracia por generosa que esta sea, ni aunque les den «el oro y el moro», ellos seguirán aferrados a la idea de que siendo independientes, van a poder atar los perros amb sobrassada,    sin pararse a pensar en el frío que hace fuera. Fíjense en qué situación están ahora los ingleses por la ocurrencia del Brexit que les mantiene fuera de la Unión Europea.

En el mitin-manifestación que organizó el PP en la Pza. de Felipe II de Madrid, me estuve fijando en el señor Aznar.    No sé si esa cara que pone es para seguir trabajándose el personaje, lo cierto es, que parece cabreado con el mundo. Feijóo con más motivos para mostrarse cariacontecido, no pone el hombre una mueca en el rostro que venga a recordar al personal el peligro que se corre en la credibilidad al ponerse a vender «la piel del oso antes de haberlo cazado», porque ganar las elecciones no garantiza tener la mayoría necesaria para gobernar, como le ocurrió al PSOE en mayo.   

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Sr. Feijóo, las hemerotecas es lo que tienen, que las carga el diablo. Hubo un tiempo no muy lejano en que usted prometió reformar el Estatuto Gallego a la zaga de Catalunya. En el año 2009, aún fue más lejos, propuso avanzar hacia la creación de una política autonómica para Galicia. Ya lo ve usted Sr. Feijóo cómo se las gastan las hemerotecas.

El debate

Vaya manera de sacar los trapos sucios del lodazal en que algunos han convertido la política y la degradación de la misma flotando en el Parlamento.    Fue un debate bronco, donde no se ahorraron toda suerte de descalificaciones. Feijóo dijo algunas inexactitudes, por ejemplo cuando se le ocurrió como si fuera un mascarón de proa lanzar su frase reina «tengo los votos para ser investido» para después de una pequeña pausa seguir diciendo «pero no quiero pagar el precio que me piden». El hemiciclo frente al parón que propuso el candidato se quedó líbido, la frase no era para menos ¡Hombre, Sr. Feijóo! Ahí falta algo, por ejemplo decir que si usted hace eso, los 33 escaños de Vox ya los podía usted ir olvidando, con lo que quedaría usted peor de lo que ya está para ser investido.

El debate fue una demostración en algunos momentos, de la facilidad, la desvergüenza y la degradación a la que ha llegado la política parlamentaria. Al candidato le dio la réplica el que otrora fuera alcalde de Valladolid. Sr. Oscar Puente, si se me permite «la metáfora», un auténtico «perro de presa» donde los haya, que sacó a relucir lo peor de lo peor de la historia de la derecha, en un lenguaje rocoso, muy argumentado, capaz de noquear al aspirante más      templado.    Ahí Feijóo demostró saber que en el    sitio que ocupa le tocará recoger muchas de esas intervenciones o parecidas. Desde luego encajó muy bien el más escogido manojo de descalificaciones que Puente manejó sin que le temblaran ni las piernas ni la voz. Otro cualquiera en el puesto de Feijóo habría dado media vuelta y se habría ido a su casa, porque de semejante chaparrón, no hay paraguas que le libre a uno. A la Sra. Cuca, se le borró su eterna sonrisa, no era para menos.

La votación

Después de la votación el personal urbi et orbe, conoció que el candidato las había perdido. Le queda otra protocolaria repetición el viernes, que salvo sorpresa, volverá a pasar lo mismo. Ya lo ve, Sra. Cuca ¿sabe quién ha ganado las elecciones? La aritmética parlamentaria, que ha señalado el que realmente ha vencido.