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La Reserva de Biosfera se hace mayor. El pasado fin de semana cumplió 30 años y el Consell le organizó una fiesta con música, danza, poesía y un espectáculo de acrobacias circenses que resultó la metáfora perfecta de lo que Menorca está haciendo en las últimas décadas, auténtico equilibrismo entre el crecimiento y la conservación del medio ambiente. Esta isla es una cuerda tensada entre la sostenibilidad ambiental y el beneficio económico y el riesgo de caída cada año que pasa es más grande. «Todo es cuestión de equilibrio», aseguraba el presidente del Consell, Adolfo Vilafranca, en el discurso que ofreció en la fiesta de cumpleaños de la Reserva, que la institución dedica a uno de los asuntos más preocupantes, el llamado ciclo del agua.

Explicaba que es necesario acordar un plan de inversiones en infraestructuras hídricas con el Govern. Lo cierto es que es un plan que debía haber empezado a ejecutarse al menos hace una década. Confiemos en no tener que esperar otra más y que ya sea tarde. En 2018, con la vista puesta en la celebración de los 25 años de la Reserva, el Institut Menorquí d’Estudis publicaba un documento sobre el estado de la cuestión. Releerlo cinco años después llama a la reflexión. Es demoledor. Denunciaba que en los primeros 20 años desde la declaración no se había avanzado prácticamente nada en los desafíos más relevantes y hacía especial mención al ciclo del agua. Ya se puede afirmar sin riesgo a equivocarse que en los diez años siguientes tampoco ha habido grandes avances. La explotación de los acuíferos sigue aumentando sin que se haya ganado en eficiencia ni en contención del consumo de un recurso finito. Lo que sí ha avanzado y de qué forma en esa década es la economía. Hay más población, más viviendas, más empresas, más turistas... Efectivamente todo es cuestión de equilibrio y hasta el momento no se ha conseguido.