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Pues por coherencia y por compromiso conmigo mismo. Por querer aportar mi granito de arena para evitar una desgracia a mí país, un país que en modo alguno creo que es un país petit sino uno que deseo grande y libre. Un país europeo formado por ciudadanos ‘libres e iguales’ y no troceado en pequeños miniemiratos nacionalistas    trufados de corrupción localista y macerados en ideas retrógradas. Y sin súbditos adoctrinados.   

Recuerdo que fue Xavier Pericay, uno de los fundadores del grupo cívico ‘Libres e Iguales’, quien me invitó a ser su portavoz en un acto celebrado en Mahón. En la plaza ante el Ayuntamiento de mi ciudad nos reunimos unas 30 personas democráticamente concienciadas a favor de la igualdad de todos los ciudadanos sin falsas excusas identitarias y en defensa de una igualdad que evite sensaciones de supremacismos siempre sectarios e inducidas por la voluntad de ser unos más que otros. Aquel texto, que se leyó al mismo tiempo frente a multitud de otros ayuntamientos de todo el país en 2014,    estaba basado en el documento fundacional de la asociación que bajo el título de «España vive un momento crítico» incluía estas frases:

«El secesionismo catalán pretende romper la convivencia entre los españoles y destruir su más valioso patrimonio: la condición de libres e iguales. El nacionalismo antepone la identidad a la ciudadanía, los derechos míticos de un territorio a los derechos fundamentales de las personas, el egoísmo a la solidaridad. Desprecia el pluralismo social y político, y cuando trata de establecer fronteras interiores arrincona como extranjeros en su propio país a un    abrumador número de ciudadanos. El secesionismo catalán se hermana con el populismo antieuropeo y promueve la derrota de la democracia española. Evitar esa derrota es responsabilidad de todos y la primera obligación de los partidos políticos».

«Hasta ahora el desafío secesionista no ha recibido la respuesta que merece. España es hoy un estado a la defensiva y en sus élites prevalecen el tacticismo y la resignación. No existe un auténtico debate sobre el fondo gravemente reaccionario del nacionalismo ni sobre las consecuencias de su proyecto para la libertad, la igualdad y la seguridad de los ciudadanos. En cambio proliferan maniobras opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costra de la soberanía de los españoles’.

El Manifiesto fundacional, firmado por más de 200 conocidos intelectuales y periodistas, reclamaba al Estado ‘que aplique toda la ley y advierta con claridad de las consecuencias de violarla. Ninguna infracción debe quedar impune y ninguna sentencia puede ser desacatada» Y solicitaba: «Rechazar cualquier negociación que con el pretexto de evitar el conflicto que plantea el secesionismo catalán limite la soberanía del conjunto de los ciudadanos y el ejercicio de sus derechos».

Pues bien, España vive hoy otro momento dramático igual que el que vivió en aquellos años y que condujo al alzamiento nacionalista de 2017. Ahora no toca otra que parar los pies a un sanchismo enfermo de poder y dispuesto a    cualquier fatalidad con tal de mantenerse en él. Por ello, e igual que sucedió el 8 de octubre del 2017 para parar aquel golpe de estado nacionalista, este pasado domingo una riada de ciudadanos libres e iguales salieron a la calles de nuestra entrañable Barcelona para decir no a una infamia. Sus calles se volvieron a llenar de centenares de banderas europeas democráticas que se oponían al chantaje (»No en mi nombre»). Banderas que de hecho representan un sentimiento republicano amparado por nuestra Monarquía constitucional en defensa de la libertad, igualdad y fraternidad de todos los españoles y contra el chovinismo supremacista.

Y a las 12 del mediodía, y a pesar de la impúdica manipulación de los medios afines (con «El País» y su círculo radiofónico a la cabeza), comenzó una grandiosa manifestación que fue un éxito con la asistencia de varios centenares de miles de personas. Y naturalmente, de inmediato, comenzó el ninguneo y la disminución asistencial para cortocircuitar su éxito. Especialmente triste fue leer que mi diario local difundiera sin más la cifra de solo 50.000 asistentes facilitada por el nacionalismo local, cuando los que estuvimos allí vimos pasar miles de personas durante casi dos horas.

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Concreciones: Feijóo fue aplaudido, Ayuso aclamada y Abascal ovacionado (¿por qué no estuvo Prohens?) pero el protagonismo lo tuvo la Sociedad Civil Catalana que organizó el acto y que congregó a una gran mezcla social. Saludé al presidente del Parlament balear Sr. Le Senne, una buena persona, muy asequible. Sonó «Hoy puede ser un gran dia … date una oportunidad» de Serrat, «Libre, yo soy libre» inmortalizada por Nino Bravo… Hubo muchos gritos coreados por los asistentes de «Puigdemont a prisión» y «Sanchez traidor». Los socialistas Paco Vázquez y Teresa Freixes mostraron su idoneidad para el acto con discursos potentes, espléndidos y medidos. Todavía no está todo escrito. O eso esperamos muchos.

Notas:

1- ¿Puede alguien exigir a un Rey que firme la Orden que ayudará a derogarle?

2- Al amigo ‘progre’: No se trata tanto del peligro de romper España, que también, claro, sino de evitar respaldar el delito político y no permitir legalizar la diferencia entre ciudadanos según la conveniencia del momento.

3- ¿Por qué no asistió a la Jura de Bandera de la princesa Leonor? Para evitarse un aluvión de silbidos.

4-    La Casa Venecia del Puerto de Mahón se ha transformado en un sofisticado centro de Yoga.

5- El escultor Rafa Trénor viajará en los próximos días a Galicia para concretar el último de los 8 vértices de su escultura imaginaria ‘El alma del mundo’, esa obra formidable e intemporal.