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El otro día pasé frente a los antiguos cines Chaplin, cerrados desde 2004. Justo el día anterior habíamos visto Tiempos modernos. Ver reír a una niña nacida en 2013 con las payasadas de un hombre en blanco y negro es uno de esos lujos que transforman un día corriente en uno luminoso. La película de Charles Chaplin se estrenó en 1936, sin duda un año en blanco y negro. Se me ocurre que estaría bien establecer un paralelismo entre esos tiempos modernos y estos otros, los actuales. ¿Estamos más o menos alienados? ¿Adónde apuntaría la mira de Chaplin hoy? Pero si escribo esto es porque, frente a la barrera bajada de los cines, me dio por recordar aquellas sesiones de 12 horas de terror. ¿Qué edad tendría, catorce años? Puedo verme fuera de la sala, en uno de los pasillos de los multicines.

Estoy junto al que era mi mejor amigo y nos morimos de la risa, como mi hija mientras Charles Chaplin lidiaba con las tuercas en la cadena de montaje de la fábrica. De repente, todos esos tiempos se superponen. El miedo, las injusticias, siempre estarán ahí, pero podremos sobrellevarlos gracias al amor y el humor. Como en la escena final de Tiempos modernos, es cuestión de caminar junto a quien nos quiere bien, de alejarnos lo más posible de las personas tóxicas.