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Por la derecha y por la izquierda, cada vez hay más gente mixta, es decir, variada y heterogénea que no consigue formar parte de ningún todo. Gente altiva y poética, con mucha personalidad mixta. Hay que ver la cantidad de chistes mixtos que están apareciendo estos días, desde que el proscrito exministro Ábalos se unió en el Grupo Mixto a los cuatro enojados de Podemos. ¡Hinchazón mixta! ¡Dos poderosos exministros se vuelven mixtos de la noche a la mañana! Y con grandes exhibiciones de orgullo mixto, si se le puede llamar así. Lo mixto mola, está de moda, crea tendencia. Pronto se abrirán restaurantes gastronómicos mixtos, donde no se comerá ni esto ni lo otro ni todo lo demás, y algún estudio sociológico denunciará la discriminación de los mixtos. Porque si hasta hace poco el Grupo Mixto era un cajón de sastre de retales, migajas y restos de serie, cuando no un gabinete de curiosidades o un nido de tránsfugas, ahora y por efectos de la inflación mixta, se ha convertido en una guarida de audaces, rebeldes a los convencionalismos políticos, que si bien no quieren estar en ningún sitio concreto, menos aún quieren soltar su acta de diputados. Ni locos, vamos.

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Una mañana, por estas cosas de la vida, se despiertan sintiéndose mixtos, es decir, maltratados y poco valorados por sus compañeros habituales, y aunque el Grupo Mixto, formado por partidos sin representación propia, casi individuales, se parece mucho a las tinieblas exteriores, allá que se van echándole valor y osadía parlamentaria. «Mi acta, mi acta…», musitan para darse ánimos. Personalmente, no tengo ni idea de qué es sentirse mixto, o condenado a un destino mixto y embarrullado, por lo que me voy a abstener de formular juicios. Ni opiniones tengo sobre esta eclosión inflacionaria de lo mixto, que al parecer está adquiriendo rasgos místicos. Por no mencionar el protagonismo que confiere a los que se atreven a dar el paso. A partir del cual sólo se representarán a sí mismos, con el riesgo de que la representación se parezca demasiado a lo representado, y se te vea el plumero. Cierto que ya teníamos peluquerías mixtas, baños mixtos, ropa mixta y novelas mixtas, pero claro, no es igual. No se puede comparar con esta ideología política mixta de moda. Quizá somos un país mixto, pionero de la mixtificación.