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Primavera con elecciones múltiples en el horizonte. Tener que elegir, estresa. Es más cómodo ir sobre carriles mentales dejando que otros nos empujen cuesta abajo y decidan por nosotros. Sin esfuerzo no hay progreso y la vida fácil también cansa. Necesitamos emociones fuertes. Somos adictos a las comeduras de coco. Para resolver ecuaciones empezamos por simplificar. Mientras el gobierno de España trabaja para cambiar de régimen, al estilo bolivariano, la deriva populista sigue su curso. Elecciones vascas, catalanas, europeas. Muchos cargos por colocar. Cada mes una campaña sin cuartel para saber qué coalición de partidos resultará ganadora. Estamos en un buen lío y ni siquiera nos enteramos de lo que ocurre, sumidos en nuestros líos internos.

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Lo que ocurre es una grave crisis mundial con estado de máxima alerta. Se intenta disgregar lo que estaba unido para debilitarnos. Si nos creemos inmunes, pagaremos caros nuestros errores. Europa está en peligro.

Esta sucesión escalonada de citas con las urnas, como si pudiésemos decidir algo importante, no solucionarán el problema. Las promesas electorales han demostrado ser engañabobos. La palabra dada ya no vale nada. Quieren controlar la información, copar instituciones y desarmar al Poder Judicial. Así se destruye la democracia. Y lo hacen insidiosamente, por la puerta de atrás. Porque creen que somos tontos. Yo ya estoy tan mosqueado, que no me fío ni de Sánchez.