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El gobierno español publicó el pasado sábado un comunicado del ministerio de Defensa en el que reconoció que la OTAN utilizará el puerto de la capital menorquina de forma «puntual» tantas veces como considere oportuno. Cada cual entiende lo que quiere de cualquier cosa, pero lo que nos dice el Ejecutivo de Pedro Sánchez con esta confesión es que por mucho que la izquierda ingenua local y la española comunista pro china y pro rusa protesten, dadas las posibilidades crecientes de una guerra contra Rusia más amplia que la de Ucrania –sin que tenga que ser por fuerza la tercera y última mundial– nuestra armada –que eso es la OTAN marítima– empleará cualquier punto de valor geoestratégico a su alcance. Como el menorquín. Sólo faltaría que no lo hiciera.     

MENORCA ha tenido un alto valor militar para el control mediterráneo al menos desde el siglo XVIII, cuando fue británica y francesa para acabar –para desgracia de muchos indígenas– otra vez siendo española. Recién iniciado el XIX los Estados Unidos tenían intereses comerciales esenciales por este rincón del mundo y sus naos eran atacadas por los piratas norteafricanos, ante lo cual llegó a un acuerdo con el gobierno español para tener en el susodicho puerto de nuestra isla –con perdón por la utilización del adjetivo posesivo por parte de un bárbaro– su primera base militar en el extranjero, que resultó de capital importancia para la victoria yanqui ante los agresores. Incluso en el siglo XX aún interesó a la Italia fascista, cuyo dictador, Benito Mussolini, envió a sus escuadras a Mallorca para ayudar a los rebeldes franquistas con la intención de, tras la victoria, negociar la adquisición de todo el archipiélago y poder gozar del puerto menorquín de alto valor militar, como ya puso de manifiesto en enero de 1937 la prestigiosa revista norteamericana –que todavía se publica– «Foreign Affairs».     

AHORA que la guerra contra Rusia vuelve a ser posible cómo no iba la OTAN a testar –para potencial uso bélico posterior– el estado de su puerto de mayor valor geoestratégico –con Génova– que tiene en el Mediterráneo occidental.