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Hemos comprobado una vez más, durante estos días festivos, que nuestros representantes políticos no saben estar sin hacer nada ni siquiera en Semana Santa. Imposible, ni lo intentan. Y eso que los móviles se inventaron precisamente para eso, para no hacer nada con gran apoyo tecnológico, ya que sabemos hace siglos que buena parte de las desdichas y conflictos de nuestra especie proceden de la incapacidad de los humanos para quedarse tranquilamente sin hacer nada. Muchos incluso se jactan de esta grave deficiencia. «No sé estar sin hacer nada», aseguran muy ufanos.

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Y esa gente no está fanfarroneando, es que realmente no saben. Se estresan solo de pensarlo. De modo que si por fiesta o vacación no tienen trabajo ni nada urgente que hacer, enseguida se programan toda clase de actividades, entretenimientos y eventos, a fin de que no se les caiga la casa encima y les consuma la ansiedad. Qué fenómeno tan extraño. Normal, pero extraño. Hasta una mosca sabe no hacer nada, tan campante, y los animales depredadores más salvajes pasan más de 20 horas al día dormitando apaciblemente, con grandes bostezos cargados de dientes, y solo se agitan y dedican a lo suyo a ratitos. Si no hay más remedio.

No me digan que no es raro eso de no poder estar sin hacer nada, o dicho de otra forma, que hasta el no hacer nada lo hagan mal, no saben hacer ni eso. Ni siquiera con apoyo tecnológico, puesto que los móviles, como la tele y tantas otras cosas, se inventaron para que la gente aprendiera a no hacer nada durante horas. Y nada, ni así. Los políticos, que a fin de cuentas son lo más parecido a todo el mundo (de ahí que nos representen), son especialmente incompetentes en el arte de no hacer nada, y se diría que incluso redoblan sus actividades en vacaciones y fines de semana, porque si los dejas mano sobre mano, enseguida la pifian, les da el tembleque. Su agitación contagia a los comentaristas, y a las redes (que tampoco saben no hacer nada), por lo que a nivel de actualidad, ya no hay forma de distinguir festivos y días laborables. Ni siquiera se aplican el refrán «Cría fama y échate a adormir». No saben hacerlo, se caerían de la cama. Aullarían de aburrimiento. Qué sé yo qué harían.