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Hace ya unos días, leí, en este diario, unas atinadas valoraciones de Josep Pons Fraga acerca de la andadura menorquina en lo relativo a la política y economía de la realidad insular y del panorama que se depara en el futuro a los isleños, señalando el reto de recuperar la actividad y la ocupación en la industria y en la agricultura, advirtiendo, asimismo, que los anunciados fondos «Next Generation UE» no han llegado a Menorca.

Efectivamente, la integración de las distintas actividades económicas es fundamental para alcanzar el crecimiento económico; pero ello no es suficiente, puesto que un proceso expansivo requiere, además, incrementos precisos de productividad en los factores productivos correspondientes, que se deduce del segundo aserto de Pons Fraga; matices que Guillermo López Casasnovas, en un interesante artículo («Es Diari», 24/03/24) analiza, en términos subyacentes, mediante una acertada argumentación crítica y realista de la marcha económica de Menorca. Ambos textos sugieren reflexionar sobre la productividad de los factores en el crecimiento económico y su dinamismo conceptual, conforme evoluciona la economía mundial y el pensamiento económico al respecto.

Los primeros análisis teóricos del crecimiento económico, en sus pioneros modelos neoclásicos, explicitan, sobre todo, el capital y el trabajo, como principales variables independientes (Solow, 1950); poco después se añadirían factores de conocimiento e innovación tecnológica para explicar la relación funcional. La atención al capital humano, como variable impulsora de la industrialización, ya fue habitual entre los representantes de la escuela economista de Francia en el siglo XIX (Say, Garnier, de gran influencia en España, y Walras).

En la productividad de los factores productivos, tratada teóricamente, se puede distinguir entre la ocasionada por la vía de oferta y la impulsada a través de la demanda. Ambas vías se complementan recíprocamente; no obstante, recordaré ambas posiciones. Con todo, se puede resaltar la importancia de la inversión desde distintos enfoques, como variable explicativa del crecimiento económico durante la Golden Age europea (1945- 1970).

Veamos explicaciones del lado de la oferta. Solow plantea una función de producción que permite la substitución entre factores, donde el output depende de los factores de capital y trabajo, considerados homogéneos (eliminando elementos derivados de la educación, tecnología u otros factores). En Solow, el trabajo depende de la tasa de crecimiento de la población; y la tecnología también se considera exógena. La acumulación de factores productivos es insuficiente para garantizar el crecimiento a largo plazo: con aumento de cambio tecnológico, la acumulación de capital conduciría al estado estacionario; al «residuo» no explicado, Abramovitz lo tiene por «índice de ignorancia de los economistas». Su discípulo Denison señala elementos residuales al modelo, que influyen en la productividad: avances en el conocimiento, nuevas técnicas mejores en la asignación de recursos, y las economías de escala.

Rostow destacó en el modelo de Denison, y también en el de Maddison, la influencia de Keynes, advirtiendo que el proceso arranca con el alza de la demanda de consumo, que acarrea la demanda de inversión en sectores que atienden a una alta demanda elástica respecto a la renta (automóvil, bienes de consumo duradero y subsectores a ellos ligados). Maddison da la máxima importancia a la política gubernamental destinada a mantener alta la demanda efectiva.

Las explicaciones del lado de la demanda más destacadas para explicar el crecimiento son las siguientes: Inversión (Aldcroft), la estabilidad monetaria (Maddison, Bordo y Kindleberger), la expansión del comercio internacional y la apertura de mercados nacionales (Krugman).

Los factores que inducen el crecimiento económico radican en la demanda de inversión, acompañada de la estabilidad monetaria por una política con efectos de estabilidad prolongada.

El análisis de la inversión permite aunar factores de demanda y oferta. Estudios relativamente recientes (Cubel y Sanchis, 2004) destacan el coste de uso de la inversión (precios relativos de bienes de capital, costes financieros y los costes de depreciación de los activos) como variable explicativa de las decisiones de inversión; de esta forma confluyen factores monetarios (tipos de interés) y reales (desarrollo tecnológico).

La causalidad del crecimiento económico radica, en origen, en medidas estabilizadoras, de corto plazo y originadas por la demanda; pero con efecto a largo plazo; luego se combinan, en sus efectos, con los factores a largo plazo de lado de la oferta o elementos residuales que actúan sobre la inversión, el empleo y las innovaciones técnicas (Hernández Andreu y Eva Asensio, ed. BBVA, 2008).

En el caso de Menorca, en artículos anteriores, en este mismo Diario, atendí, respectivamente, al análisis histórico del factor monetario, a la liquidez en la isla, destinada a efectivos impulsos de crecimiento, y/o para responder al ciclo económico, destacando el eficaz servicio financiero de los bancos en la industrialización menorquina (1856-1970); y en otros ensayos señalé la continuidad de innovaciones tecnológicas en empresas menorquinas, construyendo la Menorca industrializada. Finalmente, como fruto de una singular investigación (Hernández Andreu y Ortiz-Villajos, ed. UJA, 2023), observamos que la genuina lista de patentes industriales de menorquines durante la Primera Guerra Mundial, alcanzó en Menorca un ritmo medio innovador superior al del resto de España. Este dinamismo de productividad industrial fue apagándose en el último tercio del siglo XX y actualmente apenas existe en la isla. El aumento de renta aparenta responder, básicamente, a un incremento de población, ocupada en sectores no industriales, de productividad y salarios reales relativamente bajos.