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El Poblado de Pescadores de Binibèquer Vell vuelve a ser noticia casi un año después de que la comunidad de propietarios activara la restricción horaria que limita el acceso a la urbanización para garantizar el derecho al descanso de los vecinos. Esta vez, dan un paso más y, además de reducir el horario de visitas, barajan la posibilidad de cerrar la urbanización de cara al público y, en todo caso, gestionar ellos mismos las visitas a uno de los principales atractivos turísticos de la Isla para destinar los fondos recaudados al mantenimiento del lugar.

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Son estos efectos claros de la masificación que acecha a Menorca y que, en el caso de Binibèquer Vell, ha marcado un punto de inflexión. Los propietarios justifican la opción de cerrar la urbanización porque no reciben el suficiente respaldo por parte de la administración para mantener este singular enclave que se ha convertido en uno de los más populares e ‘instagrameables’ de la Isla. Que sea de los topónimos insulares que más publicaciones protagoniza en Internet seguramente es parte de su condena: el idílico entorno conformado por calles laberínticas y casitas blancas frente al mar se ha convertido en la antítesis del descanso para los que allí residen, tanto que hasta se han hecho con los derechos de imagen para frenar la promoción.

La situación crítica que aseguran vivir los propietarios de la urbanización lluïsera por la presión turística desde hace años refleja el sentir de muchos menorquines que, exhaustos, tratan de adecuar sus costumbres a una isla que no para de pulverizar récords de presión humana en temporada alta. Uno de los riesgos de esta tendencia: batir récord tras récord hasta que esto no signifique nada porque será el pan de cada día; o que, con la cuestionable gestión del turismo en la actualidad, se dé paso a la privatización de los espacios masificados, como recientemente también se ha planteado en la Plaza de España de Sevilla, bajo la excusa de una mejor gestión. ¿A dónde vamos a llegar?