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La humanidad tiene enemigos que son más malvados que el iluminado que tuvo la idea de incluir en la película de Bamby la muerte de su madre. Como asegura la canción del grupo Ojete Calor, el mundo está repleto de personalidades malvadas que lo complican todo de muy mala manera. Ahora ha aparecido otro malote en el abanico de antagonistas, la persona que decidió que los tapones de las botellas debían ir pegados.

¿Soy el único que bebe a morro de la botella con la convicción de que el tapón se va a cerrar en el momento óptimo de pillarme la nariz? Exageraciones al margen, es muy incómodo. Está claro que hay que salvar al planeta y ligar el tapón impide que prosiga su futuro por su cuenta mientras la botella acaba en otro lado y la sensación que te queda es que está «més net i aclarit». Pero es poco práctico para el usuario.

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Tengo serias dudas de si es la misma persona que decidió cambiar las pajitas de plástico por malditas imitaciones de cartón que se rompen antes de si quiera pinchar el tetrabrik o que se diluyen al primer sorbo dejándole al líquido en cuestión un sabor raruno. Que sí, que es super mega hyper importante reducir el impacto de los plásticos de un solo uso, pero no sé, siguen llevando el sobre de plástico, ¿sabes lo que quiero decir?

A uno le queda la sensación de que a veces es más importante tener una idea que pensar primero si va a ser útil, o si va a encabronar al personal. Como me pasa a mí con las pajitas de papel, que las odio con toda mi capacidad anaeróbica y aeróbica, que es mucha. Como cuando pides un granizado y ves cómo el rosita ‘fofyfofy’ de la pajita, que ya de por sí es tóxico para la vista, acaba tiñendo la bebida que te estás tomando sin que nadie haga nada y sin saber qué le estás metiendo de regalo ‘ecofriendly’ a tu cuerpo. Pero ojo, no hay que comer la fruta pocha de la nevera.

Yo creo que el futuro tiene que ser verde, que tenemos que solucionar contratiempos en el día a día que suponen un impacto importante en el planeta, pero mejor si lo hacemos con un batido de fresas que sabe a fresas, no a cartón mojado. Y mejor si podemos hacerlo sin perder un ojo en un ataque imprevisto de los nuevos tapones imperdibles. Aunque algún malvado se quede sin trabajo por el camino.