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La historia de las armas es la historia de la humanidad, y naturalmente nunca se detiene. Por el momento, hasta la batalla final. Solo evoluciona. Desde la quijada de asno de Caín a los drones que asesinan por control remoto, como un videojuego, ha pasado tiempo, y con el tiempo, claro está, mejora el armamento. El filósofo Kant escribió la «Crítica de la razón pura» con una daga en el cinto, molestándole entre las piernas cada vez que se removía, y golpeando el asiento (tic, toc) de manera muy irritante, lo que le desconcentraba de sus cavilaciones. No tenía más remedio que llevarla, ya que por entonces era obligatorio que un caballero portase siempre su daga; de las calzas se podía prescindir en ocasiones, de la daga nunca. Con ella escribió también la «Crítica de la razón práctica», por razones prácticas y legales. El armamento es la clave de la legalidad.

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Además de un excelente negocio para los inversores, ya que en las actuales guerras tecnológicas a distancia, para evitar bajas propias (guerras de cobardes), los misiles y drones son de un solo uso. No es necesario programar su obsolescencia rápida, ya que estallan por sí mismos con gran mortandad de civiles desarmados, y la demanda se mantiene. La guerra de Gaza es un buen ejemplo, pero la que ha disparado el gasto mundial en armamento es la de Ucrania, alcanzando el año 2023 los 2,29 billones de euros, con un aumento del 6,8 por ciento respecto a 2022, lo que equivale al 2,3 por ciento del PIB global. Y en este 2024 crecerá todavía más. Como la guerra amenaza con más guerra, y ya no se puede hacer con dagas y lanzas, ni tampoco a pie o a caballo, en Europa se regaña desde hace tiempo a los países que no dedican al armamento inteligente más del 2 por ciento de su PIB, y se hacen los remolones en cuestión de seguridad y munición. Munición inteligente, cargada de razón. Por la prensa sabemos que España invirtió el año pasado 23.700 millones en material militar, un 9,8 por ciento más que el año anterior, y que esa cifra aún se queda corta ante la exigencia general. Más armas, más munición. El afán armamentístico es ahora global, pero no es novedad. Es lo de toda la vida, nuestra historia. Por seguridad, naturalmente. Y también por el qué dirán.