La vuelta al cole en Europa ya ha comenzado.

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Los países nórdicos inician el curso escolar con incertidumbre por el aumento de contagios de COVID-19 en las últimas semanas, aunque mantienen o han reducido las restricciones con las que reabrieron la pasada primavera tras el cierre temporal por la pandemia.

Mientras Dinamarca y Noruega apuestan por normalizar la enseñanza, Finlandia conserva las mismas restricciones y avisa de nuevas posibles medidas, y en Suecia, que nunca cerró las escuelas, la incógnita es el regreso a la enseñanza presencial en institutos.

Todos tienen en común que no se exige ni se recomienda el uso de mascarilla en la escuela, utensilio que se ha empezado a emplear este mes en el transporte colectivo, pero que solo es obligatorio en Dinamarca e Islandia; en Suecia (el país con peores cifras de contagios y muertos en la región), ni siquiera se recomienda.

Dinamarca fue el primer país de la Unión Europea de los que habían cerrado escuelas en reabrirlas el 15 de abril: lo hizo con muchas restricciones, de forma progresiva, dividiendo las clases en grupos pequeños y apostando por la enseñanza en espacios exteriores.
El éxito en la experiencia ha hecho que los centros escolares daneses empezaran a reabrir hace una semana con directrices más laxas: sin distancia mínima de un metro entre alumnos y personal, ni subdivisión en las clases y regresando al esquema docente habitual.

Las autoridades danesas recomiendan que se mantenga la distancia entre alumnos de distintas clases y que no se mezclen, y hace hincapié en la higiene y la limpieza.
Similar es la situación en Noruega, que hoy inauguró el nuevo curso con menos restricciones que cuando reabrió centros a finales de abril.

Las autoridades mantienen el nivel «amarillo» implantado a principios de junio, lo que implica que no hay límite de alumnos por clase ni se restringen los contactos, aunque se insiste en la importancia de las medidas de higiene.

«Volver a la escuela debe ser seguro, y para ello dependemos de que todos colaboren. Sé que la primavera fue dura, pero gracias a vosotros, alumnos y profesores, lo logramos», dijo hoy la primera ministra, Erna Solberg, en la escuela Lakkegata de Oslo.

El Instituto de Salud Pública noruego alertó recientemente que si los contagios siguen subiendo, el nivel de alerta puede volver a rojo, pero ha abogado por mantener siempre abiertos los centros.

En Finlandia, país conocido por su prestigioso sistema educativo y su éxito en las pruebas PISA, el curso comenzó de forma gradual la semana pasada, coincidiendo con un repunte de los contagios que hace temer el inicio de una segunda ola de la pandemia de coronavirus.

Aunque la situación es todavía relativamente leve, con 151 nuevos contagios en la última semana, el Ministerio de Educación y el Instituto Nacional de Salud y Bienestar (THL) recomendaron medidas anticontagio similares a las adoptadas al final del curso pasado, dando libertad a los centros para aplicarlas según su criterio.

Tras cerrar las escuelas dos meses la pasada primavera, el objetivo ahora es garantizar la educación presencial y al mismo tiempo prevenir la propagación del virus, para lo que se incide en mantener una buena higiene personal, evitar el contacto físico y separar los distintos grupos escolares durante la jornada lectiva.

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No obstante, la ministra de Educación, Li Andersson, se mostró recientemente abierta a que las escuelas alternen enseñanza presencial y a distancia si la situación epidemiológica empeora, de modo que se reduzca el número de alumnos presentes al mismo tiempo.

«La incertidumbre causada por la situación plantea desafíos al personal educativo, estudiantes y familias. Sin embargo, el derecho de los niños a la educación básica debe salvaguardarse en todo momento, y lo más importante es que los niños puedan volver a la escuela con seguridad y alegría», afirmó Andersson en un comunicado.

El Gobierno finlandés concedió el pasado junio 84 millones de euros en subvenciones a los municipios, responsables de gestionar la educación pública, para cubrir los costes adicionales provocados por la pandemia en la enseñanza primaria.

Polémica en Suecia
La apuesta por una estrategia más suave frente al coronavirus y los índices de mortalidad sensiblemente superiores al resto de los países nórdicos han generado controversia en Suecia, aunque la mayoría de la población apoya a las autoridades, según los sondeos.

A esa polémica no ha escapado el inicio hoy del curso escolar en un país que mantuvo abiertas las escuelas, aunque cerró los institutos, que acabaron el año lectivo con educación a distancia.

«Dagens Nyheter», el principal rotativo sueco, publicaba ayer un artículo de 26 científicos, críticos con las autoridades en varias ocasiones estos meses, en el que cuestionaban que los niños tengan bajo contagio y proponían medidas restrictivas como la mascarilla.

La Agencia de Salud Pública apela a un estudio con su homónima finlandesa para afirmar que mantener las escuelas abiertas no afecta al desarrollo del COVID-19 en niños, conclusión similar a la del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades, que descarta que la reapertura de escuelas aumente la transmisión comunitaria.

«Los niños se contagian relativamente con frecuencia, pero mucho menos que los adultos. Imponer la mascarilla en un ambiente con menor transmisión sería raro», dijo hoy el epidemiólogo jefe, Anders Tegnell, que tildó de «innecesario» generar intranquilidad.

La preocupación se centra en la enseñanza secundaria, aunque las autoridades permitirán las clases a distancia en algunos casos, si hay profesores en grupo de riesgo o con síntomas de coronavirus.

Horarios distintos y entradas al centro y horas de descanso diferentes serán implantados para evitar aglomeraciones, también en el transporte colectivo, que ha reforzado líneas y frecuencias.

Islandia, que tampoco cerró escuelas, comenzará el curso en una semana con distancia social en centros secundarios y sin mascarilla, a pesar de que las autoridades la han impuesto en el transporte.