El primer ministro británico, Boris Johnson, al trote con su perro Dilyn por St James's Park. | Reuters

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El primer ministro británico, Boris Johnson, ha negado este martes la acusación de su exasesor de que había mentido ante la Cámara de los Comunes sobre sus supuestas fiestas durante lo peor del confinamiento, al principio de la pandemia de coronavirus. El premier ha tratado de mantener su inocencia afirmando que nadie le advirtió de que los encuentros bautizados como «trae tu bebida» estarían contraviniendo la ley en materia de restricciones de encuentros sociales ante el auge de la COVID.

No cabe duda: son días complicados para Johnson, que se enfrenta a la crisis más grave de su mandato tras las revelaciones sobre reuniones y fiestas con alcohol y decenas de personas en Downing Street cuando los británicos ni siquiera podían despedirse en persona de sus parientes moribundos ingresados en los hospitales, ni les podían rendir un último homenaje en el cementerio; los mismos días en los que la Reina Isabel estaba de luto por el fallecimiento de su esposo.

La figura del primer ministro que guió al Reino Unido hasta culminar el Brexit y así retomar la soberanía depositada en las instituciones europeas se encuentra en sus niveles más bajos de popularidad. Aquel que hace un tiempo alcanzó la mayoría más holgada para su partido en décadas ahora se enfrenta a las consecuencias de sus palabras y sus actos, como cuando negó ante el parlamento que hubiera tenido conocimiento que esas reuniones iban más allá del ámbito estrictamente laboral.

Los informadores hacen su trabajo y Johnson el suyo. Por el momento elude preguntas sobre si renunciará a su condición en caso de obtenerse evidencias de que engañó a la Cámara y sus disculpas, ante todo el pueblo y la Reina Isabel, no permiten de momento revertir la indignación y el cabreo generalizados. Él recalca que solo fueron 25 minutos para agradecer al personal su entrega, mientras Dominic Cummings, arquitecto de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y exasesor principal del ejecutivo al que dejó hace escasas semanas desliza que el mandatario estaba perfectamente al tanto de la organización de estos eventos.

Al contrario, tanto él y al menos otro asesor le dijeron vía correo electrónico a Martin Reynolds, uno de los hombres de confianza de Johnson, que las fiestas no deberían llevarse a cabo. Se refiere a una fiesta en particular, el 20 de mayo de 2020 y a la que habían sido invitadas unas cien personas, aunque luego asistieron una treintena. Johnson alegó la semana pasada ante los diputados que no tuvo constancia de antemano del evento y que, dado que estaba trabajando en Downing Street, asistió durante 25 minutos para dar las gracias a los funcionarios por sus esfuerzos en los primeros compases de la pandemia de COVID-19.

Cummings, que por aquel entonces trabajaba como brazo derecho de Johnson, ha asegurado que éste sí fue advertido de antemano no sólo de la celebración de la fiesta, sino de que el evento incumpliría las restricciones impuestas para contener la expansión del coronavirus. El premier, sin embargo, lo ignoró, según el relato que el exasesor publica en su blog. Otras dos fuentes de Downing Street han confirmado a la cadena BBC que recuerdan cómo Cummings desaconsejó ese día a Johnson que acudiese a la fiesta.

Entretanto el Gobierno se ciñe a la versión oficial de su líder, que ha bajado el perfil público en estos últimos días y al que se ha visto corriendo con su perro con un atuendo tan estrambótico como comentado. Johnson, sin embargo, sí ha salido al paso de esta última polémica, rechazando «categóricamente» la versión de Cummings. «Nadie me advirtió de que iba contra las normas», ha dicho, para acto seguido apuntar que «lo habría recordado». Asimismo, ha vuelto a pedir perdón por los «errores» cometidos y ha insistido en que creía que había asistido a «una reunión de trabajo».

El viceprimer ministro, Dominic Raab, también ha afirmado que Johnson «ha dejado claro» que no conoció de antemano la convocatoria de la fiesta y que la tomó por una reunión de trabajo más, lo que implica considerar «irreconciliables» la versión del jefe del Gobierno y la de Cummings. Raab, no obstante, sí ha reconocido que cualquier alto cargo que mienta en la Cámara de los Comunes debe dimitir. «Normalmente», al menos, es lo que corresponde, según Raab, que ha apelado en un entrevista a la BBC al código de conducta que rige los comportamientos de funcionarios públicos. En unos días podrían conocerse las conclusiones de la auditoría encargada para depurar responsabilidades de las polémicas fiestas, por lo que Johnson en principio no tiene previsto pronunciarse más sobre este tema. Un portavoz ha recordado que su jefe ya pidió perdón y «hablará de nuevo una vez concluya la investigación».