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España ha pasado de presumir de ser uno de los países de la eurozona con la inflación alimentaria más baja a entrar de lleno en los puestos de cabeza en apenas cinco meses. En abril, la cesta de la compra en España era un 12,9% más cara que en el mismo mes de 2022 frente a un 15% en el conjunto de la eurozona. Sin embargo, en septiembre la inflación de los alimentos apenas se había reducido al 10,5% en España, frente al 9,1% que ya registran los países del euro.

Si el pasado abril la economía española era la quinta de toda la eurozona en la que menos había subido el precio los alimentos, en septiembre España había saltado al cuarto lugar. Solo Bélgica, Eslovaquia y Croacia quedan ahora por encima en inflación de la cesta de la compra. Las grandes economías del euro registran tasas ya inferiores a las de España. En Francia, la inflación alimentaria se situó en el 9,9%, en Italia en el 8,9% y en Alemania en el 8%.

Aunque no todos los factores que explican este vuelco tan repentino están claros, hay dos que sobresalen por encima del resto. El primero y más importante es la crisis del aceite de oliva, cuyo precio en España se ha disparado un 31,4% en los últimos cinco meses frente a un 20% en la eurozona.

Hay que tener en cuenta que el aceite de oliva es uno de los pilares de la dieta mediterránea, lo que hace que su importancia en la cesta de la compra española sea mucho mayor que la del resto de los países del euro. Esto se ve mejor si comparamos la evolución del precio de todos los aceites. En la eurozona, apenas aumentó un 5% entre abril y septiembre, mientras que en España el incremento fue del 22%.

En menor medida, aunque de forma menos clara, el incremento en el precio de la fruta también ha jugado un papel importante para neutralizar la ventaja que tenía España respecto al resto de países del euro. Entre abril y septiembre, el precio de la fruta ha crecido un 10,3% en España, frente a un 3,4% en los países del euro.

Tanto el caso del aceite como el de la fruta se suman a otros factores con un impacto más difuso, pero que también han contribuido a cambiar las tornas. Por ejemplo, en la eurozona los precios de la verdura se han reducido más rápido que en España (un 2,4% frente a un 1%), al igual que ha ocurrido con el precio de la leche, el queso y los huevos (un 1,6% frente a un 0,2% en España).

Todos estos factores han alterado la estructura de la inflación de los alimentos en España, provocando un estancamiento en el IPC de la cesta de la compra que dura ya cuatro meses. Mientras que productos como el pan, los cereales, la carne, los lácteos, el queso y los huevos han ido perdiendo peso como motores de la inflación alimentaria, contribuyendo a su bajada; los precios de la fruta y, sobre todo, de los aceites, han contrarrestado el efecto favorable. Tanto es así, que si la contribución de aceites y frutas a la inflación alimentaria se hubiera mantenido en septiembre en los mismos valores de abril, ahora no habría prácticamente diferencia entre el IPC de la cesta de la compra de España y la eurozona.

No obstante, la cuestión es compleja y hay más factores que entran en juego de forma menos evidente. Cuando hablamos de tasas interanuales hay que tener en cuenta que tan importante es lo que ocurre en 2023 como en 2022. Y uno de ellos es que la composición de la cesta de la compra en España ha cambiado bastante más que la de la eurozona de un año para otro. Por ejemplo, el peso de los platos preparados en la cesta de la compra española se ha duplicado en apenas un año.

Para María Jesús Fernández, economista sénior en Funcas, es difícil encontrar explicaciones más allá del efecto de las subidas del aceite de oliva. "No hay un patrón general que pueda permitir tener alguna pista. La tasa de inflación en España bajó más en abril que en el resto de países y estuvo por debajo de varios meses. Tampoco es que en abril sucediera nada, que hubiera una medida impositiva o fiscal… No veo una razón evidente", señala en conversación con 20minutos.