El joven Ahmed Alwan trabaja en el supermercado de su familia en el barrio neoyorquino del Bronx. | Jorge Fuentelsaz

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La pequeña tienda de Ahmed Alwan, en el corazón del barrio neoyorquino del Bronx, se ha vuelto viral en las redes sociales después de que este joven veinteañero ofreciera un reto a algunos de sus clientes: llevarse todos los productos que puedan agarrar en cinco segundos y algunas décimas extras si resuelven un sencillo cálculo matemático.

«Si aciertan la pregunta tienen cinco segundos para agarrar lo que quieran, este reto comenzó hace como una semana y media y está funcionando muy bien y la comunidad me está mostrando mucho aprecio de diferentes maneras», dice Alwan entre el ajetreo de clientes que salen y entran del local a primera hora de la mañana.

En los pocos momentos en que se lo permite la clientela, en su mayoría latinoamericanos y afroamericanos que a esas horas de la mañana parecen decantarse por comprar todo tipo de lotería y juegos de azar, Alwan cuenta que su concurso comenzó con la idea de «entretener, educar y ayudar a la gente al mismo tiempo».

«Así que colgué la grabación de la primera prueba en la aplicación TikTok y funcionó, y el primer vídeo fue visto como unas doce millones de veces», explica Alwan, estadounidense de origen yemení y que trabaja en la «bodega», como se conoce en Nueva York a este tipo de pequeños supermercados, desde hace siete años.

En TikTok ya ha subido una veintena de vídeos, que también se pueden ver en Instagram, y una media docena de ellos ha superado ya el millón de visionados. En la primera grabación, Alwan, que quiere ser farmacéutico, le pregunta a un cliente «¿Cuánto es diez veces diez menos cincuenta?». «Cincuenta», contesta el improvisado concursante antes de lanzarse, primero por el gato, antes de que Alwan le recuerde que el felino no entra en el paquete, y después por una estantería llena de frutos secos y una pipa de agua.

Mientras el cliente se abalanza en busca de sus premios, el joven dependiente cuenta sin darse mucha prisa: «Cinco, cuatro, tres, dos, dos menos un cuarto, dos menos dos cuartos, dos menos tres cuartos, uno...».

«La gente que elijo para jugar a este juego es gente que conozco desde hace tiempo, es gente necesitada», la mayoría de las veces, dice Alwan, nacido en Búfalo, Estados Unidos.
«Tres veces tres, más veinte, menos cinco» o «sietes veces siete, más diez» son algunas de las preguntas que le hace a los afortunados compradores que se lanzan voraces a recoger su premio en la bodega «Lucky Candy» (Dulce afortunado), mientras Alwan marca el ritmo con su lenta cuenta atrás.

Bolsas de patatas fritas, el periódico, algún dulce del mostrador, unos altavoces, unos auriculares o incluso cien dólares de la caja registradora son algunos de los productos que se llevan los ganadores de este inusual y viral concurso.
Alwan asegura que su padre, el dueño de la tienda, ve bien lo que hace y precisa que el dinero de los productos lo paga de su bolsillo.

«Mi padre está contento, está muy contento de que represente el islam de una buena manera y que muestre amor por la comunidad devolviéndole (lo que me ha dado) y me anima a seguir», dice el joven que este día ha hecho el turno de la mañana, que va desde las seis hasta las doce del mediodía.

La pequeña tienda, en la que se apila todo tipo de productos y donde también se sirve café, se llena de gente del barrio, trabajadores que entran y salen de la estación del metro, que corre a varios metros por encima de la calle, jubilados y estudiantes de un colegio cercano. Su padre la abrió hace una década y Alwan compagina sus estudios en la universidad con el trabajo en el supermercado.

Asegura que algunos de los participantes en su juego, tras tomar todos los productos que fueron capaces en el tiempo que les dio, pidieron cambiarlos por dinero, a lo que accedió.

Comenta que para sufragar los costes del concurso y también para lanzar un nuevo proyecto con el fin de ayudar a los pobres del barrio, sobre todo a los que no tienen hogar, ha lanzado una campaña para recaudar fondos.

Y dada la recaudación lograda en tan solo once días, más de 8.500 dólares, parece que la viralidad de sus vídeos también le está saliendo rentable económicamente.