El jueves pasado celebraban poder quitársela en el patio. | Josep Bagur Torres

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Si los niños han sido los grandes perjudicados por las medidas de contención de la pandemia, los pediatras proponen ahora que la vuelta a la normalidad empiece por ellos y piden la retirada progresiva de la mascarilla dentro de las aulas de los centros educativos, empezando por los cursos de 1º y 2º de Primaria el próximo 28 de febrero. La Asociación Española de Pediatría ha lanzado una propuesta de calendarización a Ministerio y comunidades por la que, de no suponer ningún repunte, tras 1º y 2º, la mascarilla podría retirarse en los cursos de 3º y 4º de Primaria a partir del lunes 14 marzo; en 5º y 6º desde el 28 marzo; a partir del 25 de abril en toda la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y en Bachillerato, a partir del 9 de mayo. (Aquí puedes consultar el documento íntegro de la Asociación Española de Pediatría).

«Dada la situación actual, en que disminuyen drásticamente las infecciones, y ya que empezamos a quitar las restricciones, creemos que se pueden levantar de forma progresiva en este colectivo para ir viendo su impacto», explica el presidente de la Sociedad de Pediatría de Balears (SOPEBA), el doctor Juan Carlos de Carlos.

De hecho, el pasado jueves se retiró la obligatoriedad del uso de la mascarilla en los recreos, «que era una cosa que había que quitar, no podemos ser más restrictivos con ellos que con los adultos», señala el experto. A medida que se vaya viendo el impacto de cada medida, proponen que siga la desescalada porque, al fin y al cabo, «cuanto más pequeños son menos contagian». Los pediatras creen que en un contexto en que se conocen el número de infecciones por franjas y brotes, «la situación está muy controlada, y si se ve un cambio puedes parar y dar marcha atrás». Ahora mismo, señalan, «los perjuicios son mayores que los beneficios, por lo que creo que los profesores deben estar de acuerdo», añade De Carlos.

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El presidente de la Junta de Personal Docent no Universitari de Mallorca, Cosme Orell, dice que sí, que «podemos estar de acuerdo», pero pide no olvidar la protección de los docentes. «Hemos tenido a mucho personal contagiado en esta sexta ola, la vacunación se recomienda pero no es obligatoria y es una variable que hay que tener en cuenta. Si los pediatras dicen que es más saludable esta medida progresiva, no lo cuestionamos y sinceramente creo que es así, pero debe ser compatible con todas las variables como la ventilación cruzada que no siempre es posible, y las ratios de cada aula», señala.

Orell recuerda que en las mesas de presentación de los protocolos educativos de los pasados meses de junio y septiembre, el cuerpo docente ya pidió abrir el debate sobre el uso de las mascarillas aunque con la sexta ola se tuvo que posponer. Y es que si algo se sabe de los efectos de la pandemia de la COVID sobre la población infanto-juvenil es que el virus no ha sido el único enemigo.

Efectos indirectos

Un estudio, liderado por la Coordinació Autonòmica de Pediatria del IB-Salut, que se elaboró el año pasado, detectó una decena de daños colaterales por el impacto de las restricciones. El aumento de los índices de obesidad; el deterioro en la calidad del sueño; el malestar emocional con un incremento en las conductas autolesivas, en ideación suicida o en los trastornos alimenticios; el incremento de notificaciones en las sospechas de abuso sexual o de maltrato; el significativo incremento de la pobreza infantil o los efectos de la reducción de socialización en el rendimiento escolar, acompañado de el incremento en el uso de pantallas, son los principales efectos indirectos que más preocupan a los expertos. «Los niños han sufrido bastante y ha tenido consecuencias sobre el lenguaje, las emociones, la sociabilidad o la salud mental», incide el doctor De Carlos.