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El Real Madrid y Sergio Llull se quedaron ayer a las puertas de su novena Euroliga al caer abatidod en la final por el Olympiacos (100-88), que liderado por el base griego Vassilis Spanoulis se sobrepuso con su juego férreo al brillante inicio de los de Pablo Laso. El Madrid no tendrá décima en fúbol ni novena en basket.

Ante los más de 15.000 espectadores que abarrotaban del O2 Arena de Londres, un vasto espacio inundado por el rugido de la afición griega, los de Laso demostraron al inicio del duelo que la juventud no está reñida con la frialdad en momentos decisivos.

El Madrid arrinconó a uno de los equipos con más experiencia del continente en un primer cuarto deslumbrante en el que Sergio Llull y Rudy Fernández clavaron dos triples cada uno, un recital al que se sumó el ala-pívot Nikola Mirotic con un quinto triple.

El 10-27 con el que concluyó le primer cuarto sirvió a los blancos de colchón para tratar de amortiguar el plan de choque que preparaba Olympiacos.

Spanoulis, mejor jugador del torneo, despertó tras la primera pausa y aferró las riendas de su equipo, que remachó un parcial de 12-2 en apenas cuatro minutos y dejó tiritando al Madrid.

El Olympiacos mostraba, ahora sí, su nivel real, y amedrentaba con sus maneras duras a los de Laso, a quienes les fallaba el pulso.

Los griegos, fogueados en las situaciones más tensas y arropados por su atronadora afición, se apoyaban en el genio de Spanoulis, que asestó tres triples consecutivos, y desgastaban a los blancos en cada posesión.

Al inicio del tercer cuarto, el marcador había dado la vuelta (52-46) y el Real Madrid se veía arrasado por los latigazos del equipo griego, que funcionaba a rachas ante un Madrid que aguantaba a contracorriente gracias, en parte, a la inspiración de Rudy Fernández y Sergio Rodríguez.

En el último cuarto empezaba de nuevo el partido ( 61-61), una recta final taquicárdica en la que al Madrid le costó mantener la concentración.

Con gesto serio, Laso, uno de los jugadores que se impusieron al Olympiacos en el 95, observaba en esta ocasión desde el banquillo cómo los suyos hacían campo atrás en uno de los momentos más tensos de la final y dejaban que los griegos dinamitaran el partido con una ventaja de ocho puntos a siete minutos para el final.

Los tambores de los hinchas griegos ensordecían a los jugadores del Madrid, que ya habían remontado una desventaja similar en el último cuarto en la semifinal ante el Barcelona pero que en esta ocasión se enfrentaban a la máquina aún mejor engrasada de Spanoulis y compañía.

A falta de tres minutos, con los griegos doce puntos por encima, comenzó la fiesta de la afición de Olympiacos en las gradas del O2 Arena, una celebración que se contagió al banquillo griego a falta de un minuto, con el conjunto de Bartzokas con una ventaja ya insuperable de once puntos que dejaba al Madrid cabizbajo al término de la decimoquinta final de Euroliga de su historia.