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Dos cuestiones resultan de radiante actualidad durante este fin de semana a ojos del aficionado local. La primera de ellas nos orienta, lógicamente, hacia Berlín, puesto que lo que en su día fue el centro neurálgico de la Guerra Fría y telón de fondo de las peripecias de Harry Palmer (personificado por el siempre grandísimo Michael Caine), apunta a convertirse en el marco en que nuestro también grandísimo Sergio Llull Melià alce su cuarta Euroliga.

Quizá por lo acostumbrado al triunfo que nos tiene el superlativo base del Real Madrid, como igualmente a su continuada capacidad de pulverizar registros, no se conceda el valor suficiente, ni se calibre en su justa medida, a lo que puede lograr Llull dentro de unas horas en el Uber Arena Berlinés con el Panathinaikos heleno por rival. Poquísimos jugadores (y clubes) en el mundo atesoran cuatro títulos en la máxima competición continental, menos si cabe acreditando el impacto e incidencia que en esos éxitos ha tenido el mejor deportista menorquín de todos los tiempos.

Para el Madrid, que ya triunfó en la capital germana, en 1980, contra el Maccabi del legendario Miki Berkowitz, ganar hoy supondría su duodécimo entorchado (en su vigésimo primera final de la historia, tercera consecutiva), mientras que para Llull, como también para la Isla, significaría el cuarto. A la par que disfrutamos con sus logros y proezas, nos preguntamos cuando aparecerá otro de los nuestros con capacidad para acercarse a la magnitud de este jugador surgido de la cantera de La Salle Maó, al mito de Llull.

Y un segundo frente o cuestión que aflora en ciertos puntos y conversaciones del baloncesto local durante este fin de semana atañe, sin duda, a la recién creada Copa España, un torneo que impulsa la Federación de cara a la próxima temporada, que augura más partidos (y por tanto desplazamientos, y su consiguiente dispendio), que se disputará paralelamente a la temporada de LEB Oro (perdón, ahora, Primera FEB) y también integrada por conjuntos de divisiones inferiores...

Ciertamente, este nuevo torneo, aunque se organice y agrupe a sus equipos en base a criterios geográficos, no se ha gestado considerando la óptica isleña ni nuestra doble insularidad. O cuanto menos, esa es la impresión. Porque sí, habrá tres partidos en septiembre, lo que siempre le valdrá al Hestia Menorca para mejorar su habitualmente precaria pretemporada (normalmente desprovista de partidos con rivales de su nivel), pero también se jugará en octubre, en noviembre... y dado además el escaso incentivo que promete esta nueva Copa España en términos económicos y deportivos, su creación se presume más un ‘problemón’ para el club menorquín, como también un serio condicionante a su rutina semanal de entrenamientos, que no una competición que pueda generarle algún tipo de satisfacción.