Finestres, en su hogar, con el galardón que le acredita como mejor jugador menorquín de la temporada 1962/63 | Javier Coll

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El 2014 que en breve expira ha sido un año de remotos extremos para Ramón Finestres Juanico (Maó, 1941). Uno de los grandes futbolistas propulsados por la prolífica cantera insular de mitad del siglo anterior, ha visto reconocido parte de su suntuoso trayecto por medio de la AHFM, que le distinguió en el pasado abril tras sufragio mejor futbolista menorquín de la temporada 1962/63, en la que desde su condición de capitán y eje defensivo fue uno de los pilares que condujeron a la Unión a alzar el título de Tercera División y disputar la fase de ascenso a Segunda ante el Europa. También a nivel colectivo, la AHFM rindió reciente tributo a aquel 'once' unionista, una doble conquista para nuestro protagonista, a la que es implícita y legítima la percepción de que se trata de un homenaje a pleno, sin debate, de todo el fútbol insular. Una pleitesía colectiva que sin embargo asoma para Finestres después de haber convivido con la falta de salud durante muchos meses. Un periodo muy difícil en su vida, a lo que contraponer una honra con algunos de los episodios más evocadores y exuberantes de la misma. Contraste en estado puro.

Reconocido como el mejor jugador menorquín de 1963, además del reciente tributo a ese mítico colectivo unionista que usted capitaneó en aquella misma temporada, en que se alzó con el título de campeón en Tercera División y disputó la fase de ascenso Segunda, ¿qué supone tanta pleitesía medio siglo después de ese ciclo tan glorioso?
— Una satisfacción absoluta. Yo no esperaba que la AHFM editara esta colección de libros que recoge la historia de nuestro fútbol, lo que es una gran cosa para los seguidores, una maravilla que evoca nuestra infancia y nuestros grandes años, del mismo modo que no esperaba este premio de mejor jugador correspondiente a la temporada 62/63, que para ser justo, debo decir que muchos otros compañeros míos, muy buenos jugadores, también lo merecían. En esa época, la Unión contaba con un equipo muy completo.

¿Cómo y qué mejor recuerda de aquella etapa?
— Era lo máximo. En la Unión teníamos un gran equipo, y no hablo de ese año 63, sino de aquellos años, en que en Mallorca éramos muy respetados por rivales de envergadura como el Mallorca, el Constància o el Baleares, éramos capaces de ganarles en su casa. Tuvimos a José Valle, un gran entrenador, que durante seis-siete años hizo un trabajo fantástico con una generación que también fuimos campeones de Balears en juveniles, con Boy, Tent, Fanals... también es cierto que en esa época solo había fútbol y cine, y el fútbol tenía una gran importancia en la sociedad. San Carlos siempre estaba a tope, el día de partido, el Camí d'Es Castell, la Calle Sant Joan y Santa Eulària era un colapso de gente, y los jugadores estábamos bien pagados. A mí la Unión me regaló una moto Impala, que costaría en esa época 25 ó 30 mil pesetas, un dineral, y yo realmente era un profesional, me pagaban lo suficiente para que me dedicara únicamente a entrenar y a jugar.

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