Menorca Bàsquet - Archivo

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Son sólo dos años, sí, pero tan intensos en lo bueno, en lo menos bueno y en lo malo, que la huella de su paso reflejada en el rostro, otrora risueño, de Benito Reynés bien se correspondería a un espacio de tiempo mucho mayor.

Las imágenes adjuntas de junio de 2009 y marzo de 2011 revelan el desgaste que ha experimentando el empresario mahonés coincidiendo con los apenas dos años de mandato a cumplir en junio al frente del Menorca Bàsquet. La dureza de los tiempos que corren han dejado su huella en este hombre de natural bonachón, comedido y educado al que, sin embargo, le corresponde lidiar con una situación próxima al límite por mor de la cruenta realidad que vive la entidad y la necesaria búsqueda de soluciones que la hagan viable.

"Si por alguien me sabe más mal todo esto es por Benito, porque el hombre lo lleva todo dentro, hace lo que puede y lo está pasando mal", comentaba a principios de semana una persona muy allegada al presidente del Menorca.

Y es que Benito ha pasado de la gloria al desencanto, de la alegría a la profunda decepción, de la cómoda notoriedad a la incómoda celebridad por ser el máximo responsable de un club en situación harto complicado.

Hace un año se aprestaba a hacer realidad el sueño del retorno a la ACB bajo su diestra batuta con la que consiguió primero el ascenso deportivo y, más tarde, el administrativo, una cruel carrera contra el tiempo que tuvo un final feliz. 365 días después el paso por la primera liga europea arroja un saldo desfavorable en lo económico y dependiente de un milagro en lo deportivo para mantener la categoría.

El coste pecuniario propio para dar continuidad al proyecto al que ha tenido que recurrir en demasiadas ocasiones, o el exceso de horas invertidas sin remuneración alguna tampoco han tenido su identificación, lamentablemente, en la trayectoria del equipo ni en la respuesta del aficionado y el empresariado de la Isla para atender la necesaria ampliación de capital. "Jo ja no puc fer més", dijo públicamente Benito Reynés hace un par de semanas.

No es de extrañar, por tanto, que el presidente acuse la marca del desgaste por más que en el haber de su gestión, por ahora, haya muchos más aciertos que errores cuando aún le restan dos años más al frente de la entidad menorquinista.

El día que tenga que salir a la palestra para explicar el estado real del club y sus opciones de futuro en todos los órdenes quizás se libere de tanta presión, su rostro quede menos tenso y reaparezca otra vez su sonrisa con mayor frecuencia.