Una imagen muy habitual durante todo el año en las aguas de la playa de Santandria, en Ciutadella. La silueta de la nadadora, Tita Llorens, surcando en las aguas menorquinas, entrenándose ahora para el Río de la Plata, su siguiente sueño | Siscu Pons

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Apenas han pasado unos meses desde que la nadadora de Ciutadella Tita Llorens protagonizara un verano para enmarcar– dando la nota en Rande, Zurich y Tenerife–, y la deportista de 53 años ya se ha propuesto otra gesta inédita en la natación de aguas abiertas. Un reto que en dos ocasiones anteriores, la covid-19 y su compleja situación mundial se lo privaron. En la ventana del 1 al 10 de febrero, Llorens intentará unir sin neopreno los 42 kilómetros del complicado Río de la Plata, que unen Uruguay y Argentina. Se trata de la parte más estrecha, con unas características muy complicadas y siendo muy ventoso, por lo que la insular y su equipo deberán esperar el día ideal de mareas para echarse al agua.

La propia Llorens asegura para «Es Diari» que este es un reto antiguo. «La covid-19 y las autoridades me lo impidieron antes, me propuse primero hacer la ida y vuelta, de casi 90 kilómetros. Pero el gobierno argentino prohibió nadar de noche —a diferencia de Uruguay que sí lo permite–, por lo que no era factible», explica, recordando que serían mínimo más de 30 horas. «No quiero arriesgarme de entrenar más duro para ida y vuelta y que no me dejen», esgrime la ciutadellenca, que ahora ha realizado un ‘mini’ parón, descanso activo. «Era necesario mentalmente, la cabeza manda, por bien que estés físicamente. Ha sido un verano duro, la edad está y cada vez se me hace más duro», admite, con la nieta que además «me tira mucho».

De cara al desafío del Río de la Plata de comienzos del 2023, cuando en Sudamérica estarán en verano, Llorens confía esperanzada en que «todo salga bien, son 42 kilómetros de una agua muy fea, con muchos sedimentos, bajando el río Paraná y el Uruguay, y no se ve nada», advierte la ciutadellenca, viéndolo quizás «como el handicap principal, al no estar acostumbrada. Aparte de trabajar físico, estará prepararme mentalmente en estas aguas marrones».

Llorens, que señala que lo que más le cuesta es toda la preparación y organización del viaje de cada ruta– «siendo además en verano que es cuando más trabajo tenemos»–, reconoce que estos casi dos años sin poder competir a causa de la pandemia de la covid-19 y la dureza y exigencia de sus pruebas la han marcado. El año pasado tuvo los dos intentos del doble Rande, el último diez horas a 14º, «que me dejó tocada, tantas horas a tan baja temperatura. Me acordaré siempre de este 20 de agosto, con el agua helada», recuerda Llorens. Sin embargo, asegura encontrarse «bien físicamente aunque como digo, admito que he perdido chispa. He sumado travesías de 28, 36 o 37 horas y es un machaque, el cuerpo lo nota seguro en alguna parte».

Tita Llorens, siempre con la cabeza fría y calculadora, no quiere verse como una nadadora «de mucho aguante pero lenta; lo quiero todo», bromea la menorquina. «La velocidad de antes no la puedo tener claro pero el día que vea que he perdido mucho diré basta. Querría más chispa pero entrenando larga distancia es muy difícil», analiza, sumándose que además, «empecé tarde a nadar», subraya, mientras rememora lo logrado todavía este pasado verano. «Rande fueron 50 kilómetros, no era sencillo, y en una ría muy fría y con unas mareas que te condicionan mucho. Y Zurich y Tenerife me encantaron; la primera disfruté, sin preocupación alguna de medusas ni bichos», sonríe, «muy contenta de lograr las tres».

Sin fecha de caducidad

«Mientras tenga ganas de ponerme retos así y de continuar con este día a día seguiré, me encanta entrenar. Cuando se me haga pesado y deje de disfrutar, sin ganas de prepararme, lo dejaré», manifiesta Llorens. «Cuando estás en la travesía la motivación te lleva pero el día a día es lo duro y aún tengo ilusión», dice.

El apunte

Una década de gestas a mar abierto

Gran aficionada al tenis y tras dejarse ver a ritmo de medallas en la piscina, desde el 2011 Llorens no ha parado de marcarse retos inéditos en el mar abierto. Antes de la ‘triple corona’ lograda este verano, la ciutadellenca, entre el 2011 y 2012 se hacía con el Estrecho de Gibraltar y el Canal de Menorca, que la empujaron a unir Eivissa y Mallorca y pese a que 2013 y 2014 las medusas se lo privaron, lo logró en 2015.

Su gran hazaña sería la Eivissa-Dénia, también al tercer intento y tras poca fortuna el 2016 y 2017 por causas meteorológicas. El 2018 lo lograba en 36h.16’;102 kilómetros sin neopreno. El 2019, antes de la pandemia, haría la Capri-Nápoles, de casi 40 kilómetros.