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A l hilo del comentario firmado el pasado 28 de marzo, hoy quiero subrayar de entrada una reflexión elemental: Si las empresas periodísticas se limitan principalmente a trasladar a internet sus informaciones y opiniones impresas, es evidente que son las propias sociedades editoras las que contribuyen al estancamiento o el paulatino descenso de la tirada y difusión de los periódicos que salen de las rotativas.

Frente a los agoreros que pregonan la desaparición del diario de papel en unos pocos años, uno sigue confiando en que no se cumplirán tales augurios. Pero no cabe dormirse, hay que pasar a la acción. Por ello considero que debe aprovecharse justamente la actual situación de crisis económica para abordar dos cuestiones de vital importancia: Por una parte, fortalecer los contenidos del diario impreso; y por otra, reinventar las ediciones digitales.

Planteo la necesidad de reinventar el periódico electrónico a raíz del modelo y procesos imperantes al respecto, un modelo y unos procesos que reflejan una peligrosa uniformidad y que por tanto no favorecen la diferenciación del producto final. Esta primera observación ya avisa sobre las trabas a superar para allanar el camino de la innovación y la competitividad.

Si se repasa la estructura y el diseño de los diarios presentes en internet, el lector aceptará que hoy por hoy la mayoría de ellos contienen unos elementos idénticos o cuando menos similares en sus respectivos planteamientos de comunicación. Así, todos los periódicos digitales sirven galerías fotográficas, vídeos, blogs, foros de opinión, enlaces con plataformas sociales, encuestas y espacios de participación para captar el mayor interés del público. Y para no salirse del marco o esquema de productos homogéneos, todos brindan, además, la lista de las informaciones más leídas y comentadas. Se comprueba por tanto que en los periódicos electrónicos siguen abundando más las coincidencias que las diferencias. En muchísimos medios se echa en falta sin duda el plus de la singularidad, el sello de su identidad.

Otro problema pendiente de resolver es el de la retroalimentación informativa en tiempo real que se genera entre los medios con presencia en la red, una situación de la que participan prensa escrita, prensa digital, radio, televisión y agencias de noticias. Está claro que la retroalimentación se acentúa cuando se poseen unas cortas plantillas de redacción; y en este sentido las agencias solucionan muchas urgencias y carencias. Pero la cuestión clave sigue siendo la planteada al inicio de este artículo: En aras a la consecución de una pretendida rentabilidad, ¿hasta cuándo se mantendrá vigente el modelo que se limita a trasladar a la versión digital el grueso de la producción impresa, incluso con la mera reproducción de los mismos titulares, textos e imágenes, y que comporta unos pobres ingresos económicos dado el bajo volumen publicitario?

Aun siendo consciente de los apuros derivados de la crisis económica y del bajón de la publicidad, el sentido de mi propuesta de reconversión de periódicos impresos y digitales no es otro que alentar a las empresas para que presten una mayor atención inversora al capítulo de contenidos periodísticos de calidad. Y si hoy las empresas se ven obligadas a aplazar unas inversiones elevadas, saben que pueden adoptarse otras acciones de menor coste económico que hagan más visibles las singularidades o peculiaridades y permitan, cuando menos, el poder distinguirse de los medios competidores, sobresalir en un sector donde el nivel competitivo cada día se muestra más reñido. Si la calidad, insisto, es una premisa esencial para triunfar en el mercado de la información impresa, también es exigible en el campo digital. No tiene sentido sin embargo volcarse en mejorar las ediciones electrónicas y descuidar al mismo tiempo las de papel. Además, téngase por seguro que la calidad no se alcanzará si no se cuenta con una plantilla de profesionales bien formados y mejor retribuidos, que exhiban un amplio dominio de los distintos géneros del periodismo, que sepan aportar más originalidad e imaginación; y un control de edición más exigente. Digo esto último con el propósito de preservar la dignidad y credibilidad del oficio periodístico. Porque el rigor de un medio queda en entredicho o muy dañado al aceptar e insertar en su versión digital comentarios anónimos –muchas veces en un tono claramente insultante– al pie de informaciones o columnas de opinión. Una puerta abierta de par en par a las injurias. Si para publicar cartas en el periódico de papel se exige la plena identificación pública de los lectores firmantes, ¿por qué en internet se toleran y fomentan las opiniones anónimas? ¿Por qué se incurre en esta flagrante contradicción? ¿Por qué los medios se dejan arrastrar por semejante descrédito?

A propósito de los conceptos de seriedad y credibilidad informativas, también quisiera llamar la atención sobre el denominado periodismo ciudadano que tanto prolifera hoy en la red global. Uno recomendaría a los editores responsables mucha prudencia y sobre todo no obsesionarse por lograr a toda costa la máxima participación del lector. Los diarios confían, han de confiar, en el trabajo de sus redactores, mas no es aconsejable jugarse su credibilidad y solvencia dando difusión a determinadas piezas remitidas espontáneamente por internautas de quienes se desconoce la fiabilidad de sus fuentes.

Otro asunto controvertido, por último, es el de la integración de las redacciones tradicional y digital en una sola. Al promover este proceso las empresas aducen que debe conseguirse una organización del trabajo mucho más eficiente, aunque la iniciativa obedece simple y llanamente a la necesidad de abaratar costes y aumentar la productividad. En tiempos de crisis puede entenderse esta política empresarial, pero conviene dejar muy claro que tal opción no supone en modo alguno una garantía para mejorar la calidad del producto informativo. Sí implica, en la práctica, más trabajo para el periodista; y por regla general sin ver incrementado su sueldo. ¡Misterios de la vocación periodística!