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A Ciutadella le ha salido un champiñón. Sólo con verlo me sale urticaria. Cuando accedo al centro por la ronda Sur me espanta contemplarlo. No es para menos. Su estética no es de desfile que digamos, para qué engañarnos. Parece un antiguo artefacto que con vistas a dar el pego futurista se empleaba en aquellas primeras películas sobre el espacio de bajo presupuesto. Vaya por delante que el actual equipo de Gobierno se encontró con un marrón heredado. Y de la contaminación lumínica ya ni hablamos.

Señala Eduard Miralles que "la cultura está empezando a ser demasiado importante como para dejarse en manos de las políticas culturales". Con las elecciones a la vuelta de la esquina nos sabemos los planes culturales de memoria. El fundamento es siempre el mismo. Quien llega deshace, hace y rehace proyectos que, como en el caso del Teatre des Born, se eternizan por la burocracia. Los cambios políticos empañan la Agenda 21 de la Cultura. No me sé el remedio pero sí la enfermedad. Al menos parece ser que el hongo colorado, que se aprecia en la imagen de este artículo saliendo de entre los matorrales, trae bajo el brazo un cine digno.

El borrón y cuenta nueva político va en detrimento del desarrollo cultural. El profesor Teixeira Coelho es bastante crítico al respecto y mete el dedo en la llaga: "¿Qué hacer con las manifestaciones culturales que pueden provocar una convivencia incómoda porque hacen pensar, porque cuestionan e irrumpen el circuito de ideas preconcebidas?".

La cultura en el ámbito de las políticas y la gestión cultural debe ser acción. Y debe serlo aun a expensas de la constante amenaza del monopolio cultural a causa de una globalización que confunde con demasiada frecuencia libertad y democracia con homogeneización del hecho cultural.

Los ayuntamientos o gobiernos locales deben formular sus planes estratégicos culturales de manera realista, atendiendo a las necesidades de la población, creando cantera con la promoción de jóvenes artistas, sustentando sus programas en función de los fondos económicos de los que dispone y colaborando con el sector privado y el tercer sector en una gestión mixta que facilite la variedad de disciplinas de las actividades culturales: a más oferta, más democracia y libertad.

La clase política tiene la responsabilidad de elevar el nivel cultural de la ciudadanía mejorando el puente de acceso como vía directa al consumo cultural. Hay que dejarse de marrones y promover la cultura como cuarto pilar del desarrollo mundial.