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V ive la fotografía como el que más. Pocos quedan con su entusiasmo. Contagia energía y se apasiona cuando habla de ella. Jim Doukas (Patchogue, Long Island-Nueva York, 1946) es un genio de la cámara, un artista de la imagen. Desprende imaginación a raudales, visualiza el concepto, lo trabaja y lo materializa en obras únicas. De padre griego y madre noruega, toma sus primeras instantáneas cuando viajaba con ellos en coche atravesando la famosa Ruta 66. Estudia música y antropología. Su interés por la cultura maya y azteca le abre nuevos campos para la experimentación.

El próximo día 7 inaugura muestra en la galería Sa Fàbrica de Maó. La causa de que su producción -reconocida internacionalmente- tiene que ver con la continuación del proyecto iniciado en 2010. Entonces, su fascinación por las pinturas rupestres en unas cuevas de México concluyeron con sugerentes imágenes -nacidas a partir de dibujos en pastel u óleo- iluminadas por el proceso invertido con el que consigue dar la sensación de que son irradiadas por el fuego. Una serie de instantáneas pintadas basadas en las cuevas mesoamericanas o en los dibujos funerarios hallados en Guatemala, Baja California y Belice. Allí reflexiona y estudia el significado pasado de "lo que debía ser vivir en una cueva".

Menorca es desde hace casi un año la siguiente escala de su propuesta. Atraído por los monumentos prehistóricos, Doukas retrata aquí las cavernas mediterráneas. "La Isla es un lugar idóneo, sobre todo por la paz de la que hemos disfrutado mi mujer Eugenia y yo". El fotógrafo nos recibe en su estudio de Biniancolla. Frente al mar ha trabajado la serie que presentará en Sa Fàbrica. Sobresalen las imágenes tratadas en baños de sulfato de chocolate. Un método con el que comenzó a experimentar en su laboratorio de California. Semillas de cacao (de Oaxaca) molidas y convertidas en polvo para lograr tonalidades capaces de descubrir mágicas figuras. "Para los antiguos mayas el chocolate era un producto de primera necesidad, creían que bebiéndolo la sangre circularía mejor por sus cuerpos", explica. En este sentido, dice, "cada imagen de la Isla guarda su pequeño secreto". Los flashes en las cuevas, el retrato de sus exteriores -que el autor llama jardines- y las líneas de los monumentos prehistóricos recobran, tras su cámara, una nueva vida. Obras que viajan entre halos de misterio y que cautivan la mirada curiosa del espectador.

Una Mamiya C220 de los años setenta comprende su instrumento. En su caso el equipo es lo de menos. Lo de más es la imaginación de una mente inquieta a quien apasiona trabajar la fotografía como si de un ritual se tratara. La galería de Maó mostrará también los "lollipops" (piruletas) visuales de Doukas. Su capacidad por recrear es infinita. Las máscaras y la figura femenina son parte de sus componentes temáticos a estudio. Los antiguos habitantes veían las máscaras como una metáfora del nacimiento y una manera de entender el universo. "Un elemento que, sin un individuo detrás, no cobra vida", comenta. A partir de ahí, y con la ayuda de su asistente Nicola Birdge, ha compuesto diminutas imágenes en latas como ejemplo del análisis. Una colección que se presenta en Sa Fàbrica en ediciones limitadas (firmadas y numeradas).

El firmamento Doukas no tiene límites.