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Se lo dijo el móvil con la prontitud acostumbrada en esos mensajes de texto tan fastidiosos y pesados:Está usted a punto de conectar con la mujer de sus sueños, llame al número más abajo indicado. Y llamó; una voz sedosa le dijo:Salud, hermano, la voz que está oyendo es la de un contestador, pero no desespere: nosotros le llamamos. Sonó un clic y se quedó intrigado; al cabo de unos segundos sonó en el teléfono la sintonía de llamada.¡Diga!–contestó ansioso. Al otro lado de la línea se oyó un repiqueteo de campanas y, como en un susurro, el dulce verbo del amor:¡Soy Marilyn! Hace mucho tiempo que te estaba esperando… Se murió en el acto.