Las alumnas de Art en Moviment escenificaron con la danza las ideas expresadas por los artistas | Gemma Andreu

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La roca áspera cobra vida cuando es moldeada por las manos que la conocen. Los artistas de la Isla demostraron tener esta habilidad en la inauguración del Festival Pedra Viva de Líthica este miércoles.


Fusión

La cantera del Anfiteatro fue el refugio escogido para reflexionar sobre la conexión entre la piedra y el ser humano en un ambiente distendido. Una treintena de personas se deleitaron con el espectáculo multidisciplinar que coordinaba Joan Taltavull, director artístico del festival. El polifacético bailarín conducía los mensajes que se lanzaban a los cinco sentidos, incluido el tacto, para lo cual obsequiaron a los asistentes con un trocito de marés.

El estímulo de la vista, lo que se capta primero, lo ofrecieron las alumnas de Art en Moviment, que danzaban alrededor de un escenario preparado por las escultoras Laetitia Lara y Nuria Roman. Su atuendo de tonalidades marrones les ayudó a fusionarse con el paisaje. El efecto de comunión con el entorno se acentuó a través de las voces de Cris Juanico y Maria Camps, acompañados al piano por Ulyana Popovich y al clarinete por Tolo Genestar.

Canciones como «Si véns» rememoraron, en su viaje del oído a la mente, momentos de juventud a más de uno de los asistentes. Las rimas del poeta Ponç Pons recorrieron un trayecto más largo en el tiempo, al de la Menorca de los canteros, uno de los oficios más antiguos que conoce el hombre. Los monumentos prehistóricos de la Isla dan fe de ese pasado casi mítico. Nuestros antepasados atribuyeron su construcción a los gigantes que, según las leyendas populares, nos precedieron.

Es arriesgado afirmar que el existencialista Albert Camus, de abuela menorquina, supiera su historia. No obstante sí se observan paralelismos entre ellos y su Sísifo. Maria Camps lo recordó al final de la actuación, con el relato del filósofo: al empujar la roca hasta la cima para volver a subirla cuando cae, el ser entiende el sentido de la vida como un esfuerzo constante. Es el mismo que se materializa en los cortes de las canteras por los que un árbol es capaz de colarse.