De izquierda a derecha, la escritora Najat El Hachmi, la cantante Noa, el guitarrista Gil Dor y la bailaora María Pagés, durante la mesa redonda celebrada en la jornada inaugural del encuentro cultural en la Sala Albert Camus | David Arquimbau

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Al hilo del lema «No hay vida sin diálogo», arrancó ayer en Sant Lluís la tercera edición de las Trobades Mediterrànies Albert Camus. Una jornada que se celebró con el título de «El arte no puede ser un monólogo», que también dio nombre a uno de sus actos centrales, la mesa redonda a cuatro voces, las de la escritora Najat El Hachmi, la bailaora María Pagés, la cantante y activista por la paz Noa y su pareja artística el guitarrista Gil Dor.

Se encargó de abrir el debate-tertulia El Hachmi, autora literaria española de origen marroquí y ganadora del Premio Nadal 2021 con «Los lunes nos querrán», quien quiso iniciar su intervención con un recuerdo a Younes Bilal, reciente víctima mortal de un acto racista; y a Wafaa Sebbah, que desaparecida en 2019 ha sido encontrada esta semana tras la declaración de su asesino confeso. «Traigo estos dos ejemplos porque representan la violencia actual», explicó al público que ayer se congregó en la sala Albert Camus para hablar de su compromiso como artista: «Si hay algo que no nos podemos permitir, como creadores, es dar la espalda a la realidad; lo que sí podemos hacer es crear un discurso alternativo y ocuparnos de ella», aseveró.

El Hachmi, quien debutó en la literatura en 2014 con «Yo también soy catalana. Jo també sóc catalana», reconoce que creció en una época en la que lo normal era contar historias sin necesidad de adquirir un compromiso, en la que lo único que importaba era el entretenimiento. En ese sentido, defiende que adoptar una posición cínica ante el mundo «no sirve de nada» y que «si la literatura no sirve para transformar la realidad no tiene ningún papel (…) Como artistas, forma parte de nuestro papel poner la mirada donde nadie la pone».

La escritora se está labrando una carrera a través de «narrar el sufrimiento de unas personas que nunca son protagonistas de las novelas» en un mundo literario en el que los protagonistas «siguen siendo hombres de clase media para arriba y mayormente occidentales, como si el ser humano fuera ese». En lo que se refiere al papel de la mujer, sostiene que «nos toca escribir para crear otro imaginario y ampliar fronteras. Lo que escribe una mujer es tan universal como lo que escribe un hombre», zanjó.

Recogió el testigo María Pagés, quien tras escuchar el discurso de El Hachmi declaró que «si hay algo que nos une a quienes estamos aquí es el compromiso, algo que convierte en nuestro modo de vida el arte que cada una llevamos y que construimos como una herramienta de compromiso vital».

Artistas los que se reunieron ayer en Sant Lluís que vienen de mundos diferentes «pero que aspiramos a coincidir los unos con los otros» defendió la prestigiosa artista, que con 57 años lleva prácticamente toda la vida bailando. Relató Pagés como cuando era pequeña «bailaba porque me gustaba, porque me sentía feliz y me daba una satisfacción enorme», pero en relación al diálogo en torno al que giran los encuentros de este fin de semana añadió que con el paso del tiempo «te das cuenta de que no lo haces por ti, lo haces por algo más, por generar una relación con el espectador… Hay tantas obras como espectadores». La bailarina puso también el acento sobre el diálogo que se mantiene entre todos los artistas de un equipo.

En lo puramente artístico, aprovechó para reconocer la «tristeza» que le produce «cuando no se reconoce el flamenco como el gran arte que es. Hay que entenderlo como un arte con muchos valores detrás, no es solo el duende de una bailaora, hay mucho trabajo detrás y yo reivindico la creación coreográfica como una de las maravillas del ser humano». Por otra parte, lamentó también que la danza sea considerada «como la hermana pobre de las artes, siempre he pensado que es porque es un mundo en el que hay más mujeres».

En su turno, la israelí Noa se declaró «emocionada» por lo que sus compañeras de tertulia habían declarado. «Hay algo muy interesante, la gente piensa que elegimos ser artistas, pero es el arte quien nos elige a nosotros» declaró la cantante, que la noche anterior había actuado en el ‘Principal’ de Maó. «La idea es asegurarse de que hay un viaje sustancial, eso es una bendición», aseveró para a continuación declarar su pasión por el flamenco que, a su juicio, es «una de las formas de arte más extraordinarias y sorprendentes, desde fuera lo veo como algo misterioso, asombroso e intelectual».

Tomando el testigo de Camus y su invitación a hacer el arte peligrosamente, la cantante defendió su profesión como una herramienta «para hacer de este mundo un lugar mejor, el arte te da un punto de referencia de lo que es posible, ese es nuestro privilegio». Concluyó recordando que «el precio de hablar es alto, pero el del silencio lo es aún más».

Aunque inicialmente no estaba previsto en el programa, al trío femenino se le sumó en el debate Gil Dor, quien arrancó su intervención afirmando que se sentía «pequeño después de escuchar a estas tres grandes mujeres» y se hizo eco de la paradoja de «lo absurdo que estar tratando de buscar sentido a un universo que no lo tiene». El músico aseguró que hablar de responsabilidad es importante pero también hacerlo del «altruismo, de incluir al otro en uno mismo» y se decantó por escoger en la vida «aquellos caminos que son reversibles frente a los que no lo son».

Para finalizar, guitarra en mano, acompañó a la voz de Noa en su interpretación de la canción «There must be another way» (debe haber otra manera), el resultado de la colaboración entre la israelí y la cantante, compositora y actriz palestina Mira Awad, un trabajo que presentaron en Eurovisión de 2009 cantando en árabe y en hebreo.