Al fondo a la izquierda, el autor del estudio, Josep Portella, junto al también historiador Miquel Àngel Casasnovas, durante el acto de presentación de la investigación | VaDllibres

TW
2

En 1986, cuando el historiador menorquín Josep Portella (Ciutadella, 1995) todavía se encontraba en la universidad, se puso manos a la obra con un estudio sobre los devastadores efectos que a mediados del siglo XVII tuvo la peste bubónica en Menorca, concretamente en Ciutadella, localidad que permaneció confinada durante dos años. La irrupción en 2020 de la pandemia aún no superada hizo que el investigador recuperara de un cajón un proyecto que ahora, completado y actualizado, acaba de llegar a las librerías bajo el título de «Campanes no toquen. La peste a Menorca 1882-1653» (Col·leció Jamma, 2022).

Explica el autor que no quería hacer un libro sobre la covid, pero que resulta inevitable realizar algunas comparaciones sobre el comportamiento social en ambas desgracias.A su juicio, hay ciertos paralelismos. Entre ellos destaca el hecho de la huida de personas hacia lugares más seguros, como por ejemplo los desplazamientos a segundas residencias en el campo; el tratamiento de los enfermos, antes en los lazaretos y en la actualidad en los hospitales; y por último las medidas de aislamiento aplicadas.

«Hace 400 años se pensaba que era un mal enviado por Dios; la diferencia ahora es que es la ciencia la que nos explica cómo surge la enfermedad, cómo se trasmite y cómo se puede combatir o evitar», reflexiona al hilo del estudio publicado y para el que ha contado con la colaboración en el prólogo del también historiador Miquel Àngel Casasnovas.

En el libro, Portella se centra en explicar cuál fue la naturaleza de la crisis vivida, así como su intensidad y su dinámica. Uno de los hechos más destacados, defiende, es como se logró con éxito contener la enfermedad sin que se extendiera fuera de Ciutadella. «Fue histórico en lo que se refiere al hecho de que la mayoría de las epidemias anteriores habían afectado a toda la Isla, pero en esta se hizo valer el buen funcionamiento del cordón sanitario», explica el historiador, quien no obvia por otra parte que entonces no existía la movilidad ni la comunicación de ahora.

Una enfermedad contenida en Ciutadella, pero que causó estragos entre la población. En los archivos figura que fallecieron 632 personas, pero entonces los niños de menos de ocho años no se inscribían en los libros sacramentales, por lo que se calcula que la cifra de muertos ronda los 1.200, lo que representa un tercio de la población. Con una mortalidad media del 50 por ciento, se estima que dos tercios de la ciudad llegaron a infectarse.