Poblado de So na Caçana, en Alaior

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«Una odisea ciclópea insular». Este es el lema con el que Menorca ha defendido su patrimonio talayótico para que sea declarado Patrimonio Mundial por parte de la UNESCO. La Isla es un testigo único de una cultura prehistórica insular, con sus monumentos excepcionales, como así destacó el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) en su informe final que recomendó la inscripción en la lista de patrimonio mundial.

La alta densidad de yacimientos prehistóricos, su inusual nivel de conservación y las construcciones singulares de Menorca son consideradas una muestra excepcional de arquitectura ciclópea, siguió valorando Icomos.

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Y es que la isla alberga ejemplos únicos de construcciones en el mundo, como las navetas funerarias, las casas circulares y los santuarios de taula. Lo importante es que estas estructuras, junto con las torres o talayots, se pueden apreciar en todo su esplendor en su entorno original. Un paisaje arqueológico considerado como uno de los más ricos y singulares del planeta, y que los menorquines han querido preservar con el paso de los años. Es el testimonio de una cultura diferenciada que evolucionó en esta isla durante más de 1.500 años.

Con el lema «Una odisea ciclópea insular» se ha querido narrar la historia de esta cultura que, con enorme esfuerzo, consiguió construir estas numerosas estructuras ciclópeas en la Isla. Son 280 yacimientos de la época prehistórica que, con sus paisajes asociados, forman parte de esta cultura, agrupados en nueve componentes o áreas territoriales. La cronología de la candidatura abarca desde la aparición de las construcciones ciclópeas, alrededor del 1600 a.C., hasta su declive con el comienzo de la romanización en el año 123 a.C.