Conversión. La antigua carretera se ha convertido, a tenor de la placa de marès, en una calle - Ll.A.C.

TW
0

En una fachada de una vivienda de Alaior cuelga una placa de marés. En ella se puede leer "Carrer Sa Carretera". Quince años atrás, aquello era simplemente la carretera, la que cruzaba el pueblo y, con ella, autobuses, camiones y centenares de turismos rajaban el pueblo en dos cada día. A pocos metros de la placa, Benjamín y Amparo se apresuran a subir la compra a su casa, ubicada en uno de los extremos de la antigua carretera.

Mientras suben garrafas de agua y bolsas del supermercado, recuerdan la etapa en que vivían en la otra punta de la vía, frente al bar "Sa Teulera". La carretera entonces era una más de sus vecinas, y para hacer más soportable el ruido de los coches, cambiaron las ventanas de su casa y se pasaron al doble cristal. "Es la mejor solución", sentencia Benjamín, quien asegura que "para nosotros, sacar la carretera del pueblo fue bueno. Para el comerciante, seguramente fue malo".

Ferreries vive estas semanas de nuevo el debate sobre la conveniencia de desviar la carretera general, y apartar de sus casas esa alfombra roja que obliga sí o sí a los visitantes a entrar en el pueblo. Alaior vivió una experiencia similar quince años atrás. El alcalde que cortó la cinta del nuevo desvío, en diciembre de 1995, Antoni Gómez Arbona, recuerda que en el pueblo se vivió el mismo debate, con cartas en la prensa incluidas. "Pero el desvío ha sido positivo, sin duda. Antes, con las colas que se formaban en la carretera, no había quien se parara a comprar", opina. Sin embargo, Francisca, responsable del bar "Sa Teulera", afirma que "nosotros perdimos mucho con el desvío, puesto que éramos el primer bar con aparcamiento que se encontraba la gente al venir de Maó, y eran muchos los que se paraban a desayunar, a tomar algo...".

La nueva vía les obligó, dice, a hacer algunos cambios para seguir adelante con el negocio. Otro de los bares que se asoma a la antigua carretera también notó los efectos de la reducción del número de coches que pasaban por delante de su puerta. Era una cuestión de probabilidad: cuantos más vehículos pasaran, más probabilidades había de que alguno se parara a tomar algo. Pero yendo más al fondo, algunos de los clientes de este negocio entienden que alejar la carretera del pueblo fue algo bueno, pues acabó con la división en dos de un pueblo donde, de no ser así, "mucha gente no habría podido ir a vivir a la zona de Cala en Busquets", comenta un cliente.

Y es que la bondad de los hechos depende, en muchos casos, del prisma con él que se mire. El alcalde actual de Alaior, Pau Morlà, defiende que "si no se hubiera hecho el desvío, ahora tendríamos un problema muy grave de movilidad y seguridad ciudadana". Morlà introduce un elemento para convencer a quienes consideran malo el trazado viario introducido en 1995: "La actual carretera no está muy lejos del pueblo, y desde ella puedes ver su silueta. El pueblo no ha quedado escondido", concluye. Cierto es que la iglesia de Santa Eulàlia, o la forma montañosa del núcleo urbano se aprecian desde la carretera, pero falta saber si ver es suficiente para atraer.

¿SE HAN HECHO LOS DEBERES?

Una carretera que se abre paso obligatoriamente hasta el interior de un pueblo, como pasaba antes del desvío es, sin duda, un buen recurso para atraer visitantes. Un recurso que no necesita de muchos esfuerzos: los turistas ya pasan, no hay que ir a buscarlos. Como mucho hay que conseguir que se paren. Pero cuando este recurso se agota, y la carretera esquiva un pueblo, entonces debe ser el propio pueblo quien se ponga las pilas para atraer a los visitantes, más en una isla turística como Menorca. Este discurso ya se oyó en Alaior antes de 1995, y se vuelve a oír ahora en Ferreries. ¿Hizo o no hizo Alaior los deberes?

Para Janet Vinent, presidenta de la Asociación de Comerciantes de Alaior, no. "No hemos hecho lo suficiente para atraer a los turistas, el comercio no ha aportado todo lo que podía para hacerlo", considera. En su opinión, ha faltado "empuje y constancia en el día a día del comercio individual". El ex alcalde Antoni Gómez también considera que "el pequeño comercio reaccionó poco, a diferencia de lo que hicieron, por ejemplo, las queserías".

Precisamente uno de los responsables de uno de estos establecimientos recuerda, mientras transporta quesos con un carro, que "en esto siempre hay inconvenientes y ventajas, y algunos se han movido más que otros y a algunos les ha afectado más y a otros menos".

En cambio, el actual primer edil, Pau Morlà, considera que Alaior sí ha estado a la altura. "Por sí solo, el pueblo ha ido ofreciendo motivos para entrar: la restauración de la iglesia, el casco antiguo, la universidad, la consolidación del polígono industrial, ahora el centro de grabado y en el futuro el Pati de Sa Lluna... Además, la actual asociación de comerciante están trabajando bien. El comercio debía buscar otra manera de promocionarse, y lo está haciendo", considera.

Apostados en un punto de la antigua carretera, contamos como pasan 16 vehículos en un minuto. Esto supone, aproximadamente, que cada hora circulan por la ahora calle de Sa Carretera unos mil vehículos. Conseguir que alguno de ellos se pare para contribuir a la economía del pueblo debía ser el objetivo que, según el historiador Miquel Àngel Marquès, no se ha cumplido. "No se han hecho los deberes. Basta con darse una vuelta por las agencias turísticas de Menorca, y contar cuántos folletos interesantes sobre Alaior se pueden encontrar. Muy pocos", explica, a lo que añade que "hasta diez años después del desvío no se abrió la primera oficina de información turística de Alaior, otro error, ni tampoco hemos vendido bien el queso, el calzado... Nos falta mucho para tener los deberes hechos". Marquès apunta la que, según su opinión, es otra de las asignaturas pendientes: el aparcamiento.

¿DÓNDE DEJO EL COCHE?

Pongamos que Alaior atrae las visitas, y se deciden a entrar en el pueblo. Son muchas las personas consultadas que consideran que aquí se genera un problema importante: ¿Dónde aparcan el coche? Porque evidentemente, si sólo pasan pero no se paran, no aportarán nada a la economía local.

Antonia regenta una espartería, conocida como "Cas Coc". Quiere venderla tras el verano, pues las cosas no le van muy bien. "Cierto que influye que no pasen tantos coches por el interior del pueblo, pero es que también nos faltan aparcamientos", explica. Es lo mismo que opinan Miquel Àngel Marquès, y Francisca, la responsable de "Sa Teulera".

El del aparcamiento es, por lo tanto, una de las asignaturas pendientes que tiene el Ayuntamiento de Alaior. Otra es recuperar la antigua carretera para el pueblo, es decir, hacer olvidar que aquello era una vía muy transitada y darle aspecto de calle más humana. Así lo reconoce Pau Morlà, quien, pensativo, añade que sería una buena idea, pero entrevé la dificultad de una vía estrecha, que limita mucho las posibles actuaciones.

EL DIFÍCIL EQUILIBRIO

Una vecina, de origen mallorquín pero residente en Alaior desde hace décadas, sale de su casa. "Llega un momento en que ya ni notas el ruido", explica sonriendo. Otro vecino, cuya casa está casi en frente de la de esta mallorquina-alaiorenca, al entrar en casa sentencia que "sin el desvío, ahora no sería posible vivir aquí". Un poco más arriba, otra vecina, tras dejar una bolsa en su casa, manifiesta que "ha sido un diez. ¿Cómo podrían pasar tantos coches por el interior del pueblo ahora? Hay mucho menos ruido, y ahora sí podemos entrar el coche en el garaje, algo que era casi imposible cuando el tránsito era mucho mayor". Parece que los vecinos están encantados con el desvío.

En cambio, Janet Vinent sentencia que "el desvío no fue bueno para el pueblo. Por mucho que molesten, es importante que los coches pasen por dentro del pueblo". Francisca, tras atender a unos proveedores, opina desde la barra de "Sa Teulera" que "no nos hemos espabilado suficientemente para atraer a la gente, y hemos perdido mucho". Al otro lado de la barra, un cliente considera, periódico en mano, que "el desvío es necesario, por mucho que el pueblo siempre pierde". En otro bar, otro cliente considera que "estoy de acuerdo con haber desplazado la carretera, pero el pueblo ha ido a menos".

Gómez Arbona, tras recordar alguna anécdota de la inauguración del desvío, ejemplifica lo bueno que ha sido el desvío para Alaior con una demanda actual. "Se vive muy bien sin el tránsito pesado pasando al lado de las casas, y tanto es así que ahora hay quien pide que los autobuses no pasen por la antigua carretera". Tras la puerta de su negocio, con una ventana que permite observar el tránsito de vehículos por la antigua carretera, un empresario sentencia, sonrisa en la cara, que "no echamos para nada de menos el tránsito".

Pau Morlà, a modo de conclusión-moraleja, entiende que un desvío debe siempre verse como un paso adelante y una oportunidad. "No debemos buscar excusas de por qué nos puede ir mal tras la obra. Debemos hallar motivos para que nos vaya bien", esgrime.

La realidad es subjetiva. Casi nunca hay una verdad absoluta, como explican los profesores de filosofía. Alaior vivió quince años atrás lo que Ferreries experimentará a partir de ahora. Antes, en los carteles de la carretera general una flecha indicaba que para ir a Maó o Alaior se debía seguir la misma dirección. Ahora, en los carteles hay dos flechas separadas. Ferreries debe tomar nota para cuando la puesta en marcha del desvío enrolle esa alfombra roja de asfalto que conduce a los turistas hacia sus panaderías, tiendas de zapatos o de muebles. El tiempo empieza a contar ya para que el pueblo empiece a tejer esa nueva alfombra que ponga a Ferreries en el mapa obligado de todo turista y de todos aquellos que organizan excursiones en Menorca. El cronómetro está en marcha para que también en Ferreries, lo que ahora es una carretera se convierta en una calle.