TW
0

Contrajo matrimonio con un andorrano en la iglesia de Santa Maria de Maó y, poco después, Sonia Yebra Rotger (Maó, 1970) se instaló en el pequeño país vecino. Corría el año 1995 cuando los recién casados llegaron a Andorra y montaron una consultoría de finanzas que no cuajó debido a las diferentes condiciones financieras del país.

Yebra se introdujo en el mundo de la moda de la mano de Jaime Mascaró, abriendo una tienda de zapatos menorquines en la Avinguda Meritxell, el eje comercial más importante del país. En este sector, la menorquina encontró su pasión. Llegó a regentar ocho tiendas hasta que, finalmente, se quedó con tres establecimientos. A día de hoy, es propietaria de dos zapaterías y una tienda de artículos de lujo.

Dejó Menorca para continuar sus estudios...
Sí. Me fui de la Isla cuando tenía 17 años, en 1988. Estudié empresariales en ESADE y vivía en una residencia de monjas donde conocí a una chica andorrana que a día de hoy es mi cuñada. Nos hicimos amigas y me invitó algunos fines de semana a visitar Andorra. Fue allí donde conocí al que hoy es mi marido.

¿Él vivía en Andorra?
En aquel momento estaba estudiando en Francia, aunque posteriormente vino a Barcelona para hacer un máster en ESADE. Allí volvimos a coincidir de nuevo y fue entonces cuando empezamos a salir. Después se fue a trabajar a París y, posteriormente, hizo otro máster en Estados Unidos. Volvió a Andorra a trabajar y, mientras tanto, yo trabajaba en un despacho de asesoría y consultoría en Barcelona. Al mismo tiempo escribía mi tesina y por la tarde daba clases de finanzas en Fomento del Trabajo a personas que no tenían formación y deseaban introducirse en el mundo empresarial.

¿Cuando se casaron?
En 1995, tras cuatro años de relación. Nos casamos en la iglesia de Santa Maria de Maó. Yo era muy jovencita, tenía 24 años, y justo después nos fuimos a vivir a Andorra. Habíamos alquilado un piso antes de la boda y lo fuimos montando poco a poco gracia a la ayuda de las propietarias de la tienda de decoración Platero de Maó, con las que tenía mucha confianza.

¿No tuvo dudas a la hora de instalarse en Andorra?
Ninguna. Era joven y en aquel momento me daba igual irme a Andorra, a París o a Londres. Nunca me han asustado los cambios. Ya había estado muchas veces allí, recuerdo que la primera vez que visité el país tenía 16 años. !Fui con mi padre en moto! Cuando llegué a Andorra, me recordó algo a Menorca, a nivel de dimensiones y de número de habitantes. La gente es también bastante cerrada y todo el mundo se conoce. Supongo que por eso no me costó mucho adaptarme. Todo fue muy fácil. Además, soy una persona abierta y no tuve problemas a la hora de hacer nuevos amigos.

¿No le resultó duro el cambio?
Tal vez un poco al principio, aunque era joven, estaba recién casada y todo era novedoso. El primer invierno que pasé allí me tuve que comprar una camiseta térmica para protegerme del frío puesto que el cambio de clima fue algo brusco. Sin embargo, cuando uno esta contento y es feliz con lo que hace todo va hacia adelante y lo disfrutas mucho.

¿Buscó trabajo?
No. Opté por montar una empresa de consultoría en finanzas que se llama Corporate. No obstante, en aquel momento ninguna empresa andorrana se preocupaba de la contabilidad. El país estaba en auge económico pero nadie estaba obligado a presentar cuentas y, de hecho, hasta este año no hemos empezado a pagar impuestos. Andorra era un paraíso fiscal mientras que yo, que venía de España, tenía una mentalidad más ordenada. Fue un poco complicado. Empecé a organizar cursos para la Cámara de Comercio y para entidades bancarias hasta que en 1998 monté una tienda de Jaime Mascaró.

¿Cómo surgió esta idea?
Después de vivir en Andorra durante tres años me di cuenta de que es un lugar de una afluencia turística enorme, por lo que el comercio tiene mucha importancia. Soy muy amiga de Lina Mascaró y decidimos montar una tienda de la marca en Andorra. Fue así como me introduje en el mundo empresarial.

¿Abrió más tiendas?
Sí. En el año 2000 abrí otra tienda de Jaime Mascaró y, poco después, montamos dos tiendas de ropa de niño llamadas Molo y otra tienda de Jaime Mascaró. Mi marido había trabajado hasta el momento en el negocio familiar pero entonces comenzó a ayudarme. Tenía ya cuatro tiendas y no podía con todo.

¿Le atraía el mundo de la moda?
La verdad es que antes de montar la primera tienda no me lo había planteado. Me gustaban las finanzas y los números, aunque tal vez sí que tenía una cierta sensibilidad por la moda. A veces descubres algo en ti mismo que no te hubieses planteado nunca si no se hubiese dado la situación. A día de hoy, me veo en un futuro haciendo lo mismo, disfruto mucho y, de momento, no hecho de menos el mundo de las finanzas. De todos modos, no estoy desconectada del todo porque sigo ayudando en Corporate. Hace dos años se aprobó la Ley Contable en Andorra y ahora es obligatorio que las empresas presenten sus cuentas al Gobierno. Por eso hemos reactivado la empresa, en la que está más centrado mi marido mientras yo me encargo de las tiendas.

¿Cuantos establecimientos regenta actualmente?
Llegamos a tener ocho tiendas pero a día de hoy nos hemos quedado con tres. Cuando nosotros empezamos había muy pocas zapaterías y tiendas de mujer y, por tanto, había mucha demanda. Sin embargo, en cuestión de tres años aterrizaron en Andorra marcas como Mango, Zara o Berskha. La competencia aumentó y, teniendo en cuenta que al haber tan solo una calle comercial los alquileres de los locales son altísimos, fuimos reorganizando la empresa. Transformamos las dos tiendas de ropa infantil en dos zapaterías multimarca y en el año 2004 abrimos Gallery, una tienda de lujo en la que vendemos zapatos, bolsos y ropa de señora. Tenemos artículos de primeras líneas como Christian Louboutin, Balenciaga, Lanvin, Chloe, Marc Jacobs, Joseph, Aspesi, Forte- Forte, Isabel Marant o Mickael Kors. Es un local grande de 400 metros cuadrados que está ubicado en la calle principal, la Avenida Meritxell.

¿El mercado de lujo se ha resentido por la crisis?
Dicen que no se ha visto tan afectado, pero no es cierto. Hemos pasado por una época complicada. El público medio que antes teníamos ahora ya no lo tenemos y nos hemos quedado solo con los clientes de más alto poder adquisitivo. No obstante, es cierto que el sector de lujo se mantiene más estable a día de hoy, tuvo su bajón pero siempre hemos intentado sobreponernos innovando cada año, incorporando marcas nuevas y ofreciendo a nuestros clientes una atención muy personalizada.

¿Qué tipo de clientes compran estos artículos de alta gama?
Se podría decir que el 50 por ciento de nuestros clientes son turistas y el otro 50 por ciento son residentes en Andorra. De todos modos, los visitantes suelen repetir. Muchos clientes de zonas cercanas como Barcelona, Lérida o Tarragona, son fieles, aunque también tenemos compradores esporádicos rusos, asiáticos, portugueses y también nacionales. En este sentido, intentamos cuidar y mimar al cliente al máximo, algo que se valora mucho en el mercado del lujo. De este modo nos diferenciamos de otras tiendas.

Además de por el precio, que imagino que será más bajo....
Sí. El hecho de que en Andorra no se pague IVA nos permite ofrecer un diferencial de precio importante. De este modo, comprar un vestido en mi tienda es más barato que adquirir el mismo producto de la misma marca en Barcelona. De hecho, hay clientes que contactan con nosotros por teléfono para hacer pedidos.

Ni IVA ni IRPF, ¿cómo se nutre el Estado?
Pagamos unos pequeños aranceles de entrada que se mueven entre un 2 y un 7 por ciento. De todos modos, está previsto que pronto se empiece a aplicar un IVA de un 8 por ciento, con lo cual podremos seguir ofreciendo mejores precios. Por el contrario, en Andorra no existe el concepto de subsidio por desempleo. Si no trabajas, te vas del país.

¿El hecho de que los productos estén libres de impuestos atrae a más turistas?
Mucha gente sigue viniendo a Andorra a comprar leche, mantequilla o chocolate aunque, más que por un tema de precio, es por la variedad. La concentración de oferta y la variedad de las tiendas andorranas es increíble. Este es el gran atractivo del país. En la calle principal pueden encontrar de todo, algo que no sucede en otras ciudades como Madrid, Barcelona o París. Así, en dos días se pueden comprar productos de alimentación, ropa y zapatos, juguetes, perfumes y artículos de electrónica. ¡Llenas el coche en un momento! Todo esto se complementa con una gran oferta de ocio, en Andorra hay una gran vida cultural, y también una oferta culinaria muy interesante. Puedes irte a la montaña a comer carne a la brasa o comer en un restaurante de "nouvelle cuisine" como el del chef Nando Jubany, con una estrella Michelin.

¿Dónde viven actualmente?
En Engolaters, un pueblo de montaña que está situado a 1.480 metros de altura, aunque estamos a tan solo diez minutos del centro comercial del país. Pertenece a la parroquia de Escaldes, una de las siete en las que está dividida Andorra. El primer piso en el que vivimos ya no estaba en el centro, yo no quería vivir en medio del barullo, deseaba un poco más de tranquilidad. En las zonas más altas tienes unas vistas impresionantes y, quizá por eso, nunca he tenido sensación de claustrofobia en Andorra. El centro se encuentra en un valle muy cerrado pero yo, desde mi casa, veo los picos de las montañas. El paisaje es blanco en invierno y verde en verano.

¿Se ha acostumbrado a las bajas temperaturas?
Sí. En invierno podemos estar a 8 grados bajo cero pero suele hacer sol. Hay muy pocos días grises y, además, el frío es seco y las casas están acondicionadas con sistemas de calefacción central. La nieve es más engorrosa, sobre todo a la hora de conducir. De todas maneras, al ser un lugar donde nieva a menudo están muy preparados y las máquinas quitanieves enseguida se ponen en marcha. Además, aquí utilizamos ruedas de contacto, que se agarran mejor al suelo cuando hace frío. Las colocamos en noviembre y las quitamos en abril.

Imagino que la nieve es también un reclamo para los visitantes.
Sí. Si no nieva baja la afluencia de turistas y eso se nota en las ventas. Es como en Menorca si hace un mal verano. Precisamente este último invierno no ha sido bueno en este sentido. No comenzó a nevar hasta febrero, cuando normalmente los primeros copos caen en noviembre. Sin embargo, en verano también hay muchos turistas. Mucha gente que pasa sus vacaciones en la Costa Brava se escapa a Andorra, donde hay campos de golf y se puede practicar senderismo.

Pero usted pasa el verano en Menorca...
Sí. Cualquier excusa es buena para venir hasta Menorca. Normalmente visito la Isla por Navidad, Semana Santa y en verano cuando intento quedarme un mes y medio, especialmente ahora que mis hijos son pequeños. Hoy en día, gracias a internet, trabajar a distancia es muy cómodo. Aunque estemos en Menorca estamos continuamente en contacto con las tiendas y el despacho y, si es necesario, nos turnamos para viajar hasta Andorra algunos días.

Lo que le permite disfrutar de la familia...
Sí. Yo siempre he sido muy familiar y, aunque siendo joven no me costó nada irme a Barcelona, con los años se me hace más cuesta arriba estar lejos de la familia. Las distancias se hacen más largas. De todas maneras, tanto mis dos hermanas como mis padres siempre han venido a visitarme a menudo y mantenemos un contacto fluido. Todos los domingos hay sesión de Skype con la familia menorquina y, cuando recojo a mis hijos de la guardería, aprovechamos para llamar con el manos libres a mi padre, a mi hermana o a mi sobrina.

¿Le gustaría volver a la Isla?
No, Menorca me parece un lugar demasiado tranquilo y, en el caso de no haberme casado con un andorrano, no creo que hubiera vuelto a la Isla. Desde Andorra puedo coger el coche e irme a cualquier lado mientras que para salir de Menorca has de coger un avión. No es lo mismo. He de reconocer que, al principio, ir en coche desde Andorra hasta Barcelona era una aventura para mí, pero al final te acostumbras a todo y cambias tus hábitos. Los humanos somos animales de costumbres. A día de hoy, voy hasta Barcelona una vez por semana o cada quince días para reunirme con clientes o con proveedores. Además, tengo que viajar mucho para asistir a ferias en París, Milán, Londres o Nueva York.

¿Ha bajado el ritmo de trabajo desde que es madre?
Intento priorizar y delegar un poco más aunque el mes de junio me nombraron presidenta de la Associació de Comerciants i Propietaris de l'Avinguda Meritxell. Es un poco maratoniano pero la experiencia de ser madre es fantástica. Mis hijos son lo más importante para mí e intento pasar todo el tiempo posible con ellos. Es lo mejor que me ha pasado, cuando los veo se me pasan todos los males y todas las preocupaciones. Además, cuento con la ayuda de una chica filipina que me ayuda con los mellizos y les habla en inglés.

El catalán es el idioma oficial en Andorra, ¿no es así?
Sí, aunque se oye hablar más castellano y también portugués y francés. En Andorra prácticamente todo el mundo sabe francés y, al llegar, tuve que aprenderlo. Los idiomas se me dan bien, así que lo hice rápido. Aquí tienes la oportunidad de escolarizar a tus hijos en un colegio francés, andorrano o castellano. Los míos van todavía a la guardería pero les llevaré a un colegio salesiano donde la enseñanza es en catalán.

¿Es un país con mucha inmigración?
Sí. Andorranos con pasaporte tan solo hay unos 12.000 de las 70.000 personas que viven en el país. Yo, al casarme, soy andorrana. No tengo la nacionalidad española porque Andorra no permite la doble nacionalidad. No obstante, España permite recuperarla en solo 24 horas. En el caso de que no te cases con un andorrano, debes haber residido en el país durante 25 años para conseguir la nacionalidad.


Sugerencias para la sección
"Menorquines en el mundo"
e-mail: msola@menorca.info