Carretera. Vecinos y comerciantes coinciden en apuntar la pérdida importante de tráfico por el vial antiguo - Paco Sturla

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Hace un año, tal día como hoy, un turismo Volkswagen Polo gris metalizado cruzaba el túnel y bautizaba uno de los tramos de la variante de Ferreries. 365 días después de aquel hito, el sector comercial bosteza ante la caída del volumen de negocio. Y es que el impacto económico de los vehículos que circulaban por el interior del municipio y se paraban ha quedado reducido a su mínima expresión.

Tras 30 años de reivindicaciones, 21 meses de obras y 25 millones de euros de inversión, nadie duda de que Ferreries ha ganado en tranquilidad y seguridad. Pero tampoco titubean cuando afirman que la venta de impulso, es decir, la de paso, ha desaparecido.

"En este punto podemos jugar un partido de fútbol sin estorbos". Esta frase no tendría trascendencia si el lugar no fuese la rotonda que enlaza la carretera general con la avenida Verge del Toro, uno de las zonas más transitadas antes del desvío. Con esta afirmación, Alfonso Marín, del bar Vimpi, vino a recoger la percepción de la gran mayoría de negocios que han visto como la caja perdía volumen tras la entrada en funcionamiento del desvío. "El camionero que pasaba diariamente y se paraba a comprar el desayuno ya no viene, o viene dos de los siete días", puesto que el desvío permite reducir el tiempo del trayecto, resaltaban desde la panadería Can Marc y aseguraban que la reducción del tráfico ha tenido una incidencia en el negocio "remarcable". No obstante, desde este punto de venta valoran "la buena clientela que tenemos que ha ayudado a suavizar el impacto".

Este descenso, provocado por la coincidencia de la puesta en marcha de la variante con la fuerte crisis económica, oscila entre el 20 y el 50 por ciento de negocio, según los comercios consultados.

Desde la panadería Can Pedro también constatan la afectación sobre el negocio por el desvío. "Los primeros días esto era un desierto", aseguran y señalan que la inauguración de la variante coincidió con un flojísimo inicio de la temporada estival. "Creo que ahora no nos parece tan agresivo porque nos hemos acostumbrado a la tranquilidad".

Esta situación ha llevado al tejido comercial del núcleo a impulsar acciones que ayuden a dinamizar la actividad, principalmente dirigidas a hacer más visibles los negocios a partir de mayor y mejor cartelería.

Llorenç se encontraba ayer labrando su porción de tierra que linda con la antigua carretera. Sin necesidad de gritar ni de ver entorpecida la conversación por el ruido de los coches, indicaba que "para llegar al huerto debía cruzar el vial lo que suponía una gran pérdida de tiempo, ahora al haberse reducido el tráfico no tardo nada", resaltaba.

Por su parte, otro vecino que vive en la calle Verge del Toro explicaba que diariamente cruza la carretera. "Antes debía utilizar el paso subterráneo por seguridad, desde que funciona el desvío no lo he utilizado más, cruzo el paso de viandantes sin ningún tipo de peligro". Este ciudadano incidía en el hecho de que "mi tranquilidad tiene una importancia mínima respecto a la gran incidencia que ha tenido el desvío sobre el comercio, se hubiera podido plantear de otra forma", esgrimía. Además, consideró que la cartelería ubicada en las entradas del núcleo han supuesto una "propaganda en contra" por estar escrita en catalán.

"La ciudad ha quedado aislada", indicaba María y agregaba que "los negocios han perdido peso y el pueblo ha ganado en seguridad pero no lo suficiente". Los coches que pasan por la carretera interior lo hacen a "una velocidad supersónica", remarcaba y consideraba necesaria una "regulación mediante semáforos" de estos puntos negros del pueblo.

"Esto es la gloria", esgrimía alegre Ana Pons mientras disfrutaba del día festivo sentada a las puertas de casa y hablando con una comerciante. La frase fue rebatida rápidamente por su interlocutora quien aseveró que la medida ha beneficiado a los vecinos pero "el pueblo ha muerto".