Lorena, junto a su «querido y admirado» Simon Orfila. «Él hacía ‘el toreador’ y yo estaba embarazada de 7 meses» - L.M.

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Berlín, una ciudad marcada a fuego por su historia, por el conflicto bélico mundial que partió Europa y Alemania. La cicatriz del muro que dividió la actual capital germana es sinuosa, se esconde en sus rincones y todavía flota en el ambiente.

Ya no separa sistemas políticos, economías y familias, pero sí estilos, arquitectura, modos de vida. Desde la antigua parte occidental, con su trabajo como cantante en el coro de una de las más prestigiosas compañías de ópera europea, la Deutsche Oper Berlín, Lorena Medina Benejam se siente sumergida en plena vanguardia del continente. Se ha labrado su trayectoria profesional gracias a su voz de contralto, pero pasando antes por otros empleos y por múltiples audiciones.

¿Cómo llegó a uno de los templos operísticos de Europa?
- Estudié canto en Barcelona, en el Liceu, allí hice el Grado Superior y el último año me fui a Holanda con el programa Erasmus, para estudiar un máster. Allí decidí trasladarme a Alemania sin haber estado antes, pero sabía que tenía que ir, porque es el único país de Europa en el que se contrata gente en el teatro de manera fija.
Realizan una prueba y según tu voz, interpretas diferentes papeles. En España solo te van contratando por producción, mientras que en Alemania tienes un empleo estable, eso me gustaba. Además en Berlín hay tres teatros, eso no se ve en otras ciudades europeas. Yo tenía una profesora que vivía allí y fue la que me abrió un poco las puertas en cuanto a contactos.

¿Fueron muy difíciles las pruebas de selección?
- Fue una especie de Operación Triunfo, con una audición de cinco horas. Vas entrando y van descartando gente. Éramos quince aspirantes, yo entré cinco veces, y a la quinta quedamos solo tres, dos alemanas y yo, y me cogieron a mí. Yo creía que elegirían a una alemana, me sorprendió. Y eso que en mi voz, contralto, hay menos competencia, en soprano te puedes encontrar con cien aspirantes.

Imagino que sería un día muy especial...
- Sí, era mi tercera audición, y en las otras dos ya me habían cogido, ya tenía dos trabajos pero no resultaban tan interesantes. Elegí este porque era en la Deutsche Oper Berlín, su coro ha sido seleccionado como el mejor de Europa durante tres años consecutivos. Pero además, lo más curioso es que la misma semana que me dieron el trabajo ¡me enteré de que estaba embarazada! Ahora soy madre de un niño de catorce meses y estamos preparando nuestra boda.

¿Será en Ciutadella?
- Sí claro, el próximo verano. Pero mi pareja no tiene nada que ver con el mundo de la música. Es catalán y comercial en una compañía italiana.

Así que se encuentra en un momento muy feliz de su vida..
- Sí, y la verdad es que no pido nada más, solo quedarme como estoy. Poder seguir trabajando en lo mío, en Berlín, y disfrutar de venir a Menorca, a cargar pilas (Lorena pasa unos días en la Isla, visitando a su familia y ultimando los preparativos de su boda).

¿Es cierto que en Alemania se ayuda mucho a las madres?
- Sí, lo es. Cuando tienes un hijo disfrutas de un año de baja por maternidad y el segundo año puedes trabajar media jornada cobrando el 75 por ciento de tu sueldo. Además te dan una ayuda de casi 200 euros hasta que tu hijo es mayor, si estudia, hasta más o menos los veinte años.

Pinta bien, no es extraño que muchos españoles se refugien allí de la crisis...
- Bueno pero también hay que decir que muchos españoles llegan allí creyendo que, sin saber alemán, van a encontrar en seguida trabajo y de lo suyo, y no es así. Estábamos un poco mal acostumbrados.

Usted no necesitó el idioma, tenía su voz...
- Pero nadie te regala nada. No hablo bien el idioma pero antes de entrar en el teatro, cuando llegué, trabajé cuidando niños. En Alemania, a pesar de que también se ha notado la crisis, por ejemplo en que hay menos ayudas al teatro, la gente tiene una mentalidad muy diferente, no se percibe que estén tan asustados, o con esa desilusión que se ve en España.

¿Se nota todavía la división impuesta por el Muro, las dos alemanias de la Guerra Fría?
- Yo creo que sí, que aún se nota muchísimo, y eso que es una ciudad que cambia constantemente. No es que haya más pobreza en el antiguo lado comunista, no, se nota en la arquitectura, en los edificios, es difícil de explicar, pero la parte oriental me parece todavía más soviética y, en cierta manera, también más alemana, más majestuosa y clásica. También creo que esa parte le empieza a gustar más a la gente más adinerada, no es la típica zona de graffitis, que es con lo que muchos identifican Berlín.
La parte occidental es sobre todo vanguardista, hay mucha mezcla, todo es diferente, es una ciudad fantástica. Depende también de los barrios, pero en los más económicos, donde se instalan los artistas, la vanguardia se respira en la atmósfera.

Siempre se ha dicho que Berlín es una ciudad culturalmente muy viva..
- Sí, exacto, y al mismo tiempo, ves tanta gente distinta. También en la forma de vestir, yo siempre digo que cuando llego a Menorca sé lo que se lleva, lo que es moda esa temporada. Y que, sin embargo en Berlín, no sé si se llevan las rayas o no. (ríe). Para mí además fue un gran cambio, porque en Holanda vivía en un pueblo pequeño y he pasado a vivir en una ciudad que tiene seis veces el tamaño de Barcelona. Resulta muy estimulante.

Y cuál es la cruz de la moneda, porque debe haberla...
- El frío, hace mucho frío, y los inviernos son muy largos. Tampoco la comida me parece especialmente buena, después de dos años en Alemania las salchicas Weisswurst ya..., no me dicen nada. Pero bueno, te acostumbras. Yo no busco allí lo que no puedo encontrar, sé lo que hay. Cómo lo diría, yo quiero ir a la playa cuando vengo aquí, porque en Menorca hay playa, pero en Berlín busco otras cosas. Claro que añoro la Isla, por ejemplo, la vida en la calle, salir y que te toque un rayo de sol. Viviendo en Alemania te acostumbras a la improvisación.

¿Qué quiere decir?
- Pues que aquí todo tiene que estar más planificado, sin embargo en Berlín, la gente depende un poco del día que hace, sale en cuanto ve un momento de sol y por ejemplo van y en un segundo montan una barbacoa, improvisa más. Pero bueno, yo siempre que puedo vengo a Menorca, a coger un poco de energía del sol, a comer y a dormir, gracias a los abuelos.
Eso también me lo he podido permitir, el venir más aquí, por las ventajas y ayudas que dan a la maternidad, y por la jornada reducida.

Antes de dedicarse profesionalmente al canto ¿tuvo otras inquietudes?
- Cuando dejé Ciutadella para irme a vivir fuera empecé a estudiar Filosofía y Letras, en Palma. Hice cuatro años de carrera, y a la vez lo compaginaba con los estudios en el Conservatorio. Fui allí porque aquí no había Grado Medio de Canto. Pero luego cuando me a Holanda, desconecté de la filosofía.

¿Tuvo que elegir entre su vocación musical y su otra carrera?
- No, siempre he pensado que en algún momento volveré, que lo terminaré. Nunca he pensado que tuve que elegir, siempre supe que quería dedicarme a la música y el canto.

Rara elección para los tiempos que corren...
- Me gusta la filosofía porque creo que te enriquece personalmente y que te ayuda en tu proceso individual y emocional.