Iñaki con un paisaje paradisiaco al fondo, Maupiti, en la Polinesia Francesa

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Iñaki Solano (1986, Barcelona y residente en Sant Lluís desde los seis años) está embarcado en un sueño y se llama Sikkim. Ése es el velero en el que navega alrededor del mundo. Es afortunado, está cumpliendo una ilusión que comenzó a sentir desde su infancia. Zarpó de Menorca en octubre de 2012, pasó la última Navidad en Sudáfrica y en este momento debe hallarse en algún punto de su travesía, en la inmensidad del océano.

¿Por qué se lanzó a navegar por el mundo?
— El principal motivo del viaje era cumplir un sueño de infancia y sobre todo, hacerlo cuando eres joven y tienes vitalidad, como es nuestro caso, lo cual te permite disfrutar de la aventura al cien por cien. Por eso nos marcamos el reto de completar este viaje antes de cumplir los 30.

Habla en plural ¿no es una travesía en solitario?
— No, la aventura la iniciamos tres amigos de la misma edad, Pol, Marc y yo. Pol es un íntimo amigo de la infancia, como un hermano, y Marc es amigo del colegio donde estudié Bachillerato. Ellos dos se conocían porque estudiaron juntos en la facultad de Náutica de Barcelona. Coincidencias de la vida. Marc decidió desembarcarse en octubre de 2013 en Fiji.

¿Cuál es el recorrido?
— La ruta que trazamos es la conocida como la de los trópicos y los vientos portantes. Salimos de Menorca hace más de dos años, navegando hacia Barcelona, sur de España, Canarias y las islas de Barlovento del Caribe, entre ellas Saba, Dominica, Martinica y Santa Lucía. Después seguimos por Venezuela, Colombia, Panamá, Galápagos, la Polinesia Francesa, las Islas Cook, Tonga, Fiji y Nueva Zelanda.

¿Realizan paradas largas en alguno de los puertos?
— En Nueva Zelanda dedicamos seis meses a vivir allí, trabajando y haciendo regatas durante la temporada de huracanes en el trópico. Después volvimos a Fiji, Vanuatu, Papua Nueva Guinea, Indonesia, Cocos Keeling (Australia), Rodrigues, Isla de la Reunión y Sudáfrica. Aquí hicimos el famoso cabo para los navegantes, que es el de Buena Esperanza. Y seguiremos por Isla de Santa Helena, Ascensión, Cabo Verde, Canarias o bien las Azores, el sur de España y vuelta a Menorca.

¿Para cuándo?
— En mayo o junio de este año. Ahora nos encontramos en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, desde donde partiremos a finales de enero para empezar nuestra subida a lo largo de todo el Atlántico.

Tengo entendido que en Sudáfrica han recibido visitas...
— Desde el inicio del viaje siempre hemos recibido a bordo a muchos amigos y familiares que nos visitan durante nuestras paradas, así como en algunas de las travesías. Es la manera de estar continuamente acompañados y también compartir algunos gastos del viaje. En Sudáfrica hemos estado dos meses, y en Navidad nos ha venido a visitar tanto mi familia como la de Pol.

¿Le ha gustado Ciudad del Cabo?
— Estábamos en un pueblo que se llama Simon's Town, cerca del Cabo de Buena Esperanza. Esta zona es la más europea, no te da la sensación de estar en un país africano. En general la gente aquí es muy amable, siempre con una sonrisa. Con la familia hemos visitado el interior, así como algunos parques naturales. Sudáfrica es un buen país, con buena calidad de vida, buena comida y buenos precios. Además hemos hecho muy buenos amigos sudafricanos que seguro volveremos a visitar en el futuro. A final de enero partimos hacia Santa Helena.

¿Cuánto tiempo habrá pasado cuando completen la vuelta?
— Tenemos previsto regresar al punto de partida después de dos años y siete meses, completando la vuelta al mundo a vela y habiendo navegado por los tres grandes océanos y pasando por el Cabo de Buena Esperanza. Hemos visitado infinidad de lugares, conocido muchísimas culturas y gente maravillosa. ¡Puede imaginarse la fiesta que organizaremos al llegar!

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¿Qué conclusiones extrae de esta experiencia?
— Es algo inigualable, es una experiencia que te abre la mente, te hace relativizar las cosas, cambia tu escala de valores, diferentes puntos de vista... Aprendes a solucionar problemas y adversidades prácticamente a diario, encontrando siempre una solución; también a controlar tus sentimientos y estado anímico, tanto en los buenos como en los malos momentos. Sin lugar a dudas, este viaje nos ha cambiado y lo recordaremos para siempre.

¿En qué tipo de embarcación navegáis?
— Es un velero Bavaria Yacht de 37 pies (11 metros de eslora) del año 2006, con equipamiento bastante básico, dado el bajo presupuesto del viaje, así que no dispone de radar, AIS, generador, congelador, potabilizadora de agua...etc. Sí disponemos de una radio VHF, un iPad y un ordenador para las cartas náuticas electrónicas; una radiobaliza para usarla en caso de accidente y un teléfono satélite, con el cual podemos llamar en caso de emergencia.

Pero se comunican con familiares y para atender a «Es Diari» vía internet.
— Sí, usamos correo de e-mail que nos permite descargar información meteorológica cuando estamos en travesías así como realizar la conexión con los demás barcos y los familiares. Toda la energía consumida a bordo se genera con dos placas solares y el pequeño motor de 28 cv. Y en cuanto a otra equipación del barco, disponemos de un único juego de velas compuesto por una vela mayor, un genova, una trinqueta, un tormentín y un spinnaker.

Llevaría tiempo preparar su particular odisea...
— Estuvimos unos seis meses preparando tanto el barco como todo lo que teníamos que llevarnos, el botiquín, la comida..., es un gran trabajo logístico así que todo se tiene que pensar bien.

Ha comentado que el presupuesto es ajustado. ¿Cómo se financian esta aventura?
— El viaje es cien por cien autofinanciado, gracias a unos ahorros de los que disponíamos producto de los trabajos que realizamos en los años previos. Hay ciertas empresas y organismos que nos han dado apoyo pero solamente con productos, en ningún caso con aportaciones económicas.

¿En qué se inspiraron para diseñar su travesía?
— En mi caso siempre he tenido muy presente la vela en casa, y el caso más inspirador es el de mi tío, quien también dio la vuelta al mundo en un velero, en un viaje muy similar al que estamos realizando. Por supuesto, también hemos leído los libros de los clásicos aventureros como Joshua Slocum, Moitessier, Tabarly, Julio Villar, Eduardo Rejduch de la Mancha o Kurt.

Sé que es difícil, pero ¿qué parte del recorrido destacaría?
— Sin duda la parte más interesante está en el Pacífico Sur, donde la gente vive a otro ritmo y sin las obsesiones y tonterías que tenemos en el mundo occidental. Otro lugar particular son las Islas Marquesas (Polinesia Francesa), de formación volcánica, muy montañosas, con vegetación exuberante y con cascadas que llegan al mar.

El paraíso.
— Todo crece y brota con mucha fuerza y la amabilidad de las gentes no tiene límite. El único turismo que llega allí son gente de barcos y los locales siempre están dispuestos a ayudarte, regalarte fruta y vegetales o simplemente compartir un rato contigo de agradable conversación. En Vanuatu también la naturaleza brota con fuerza y la gente lo da todo por los demás. Son islas muy remotas donde no tienen nada, pero sus gentes desbordan alegría. Son felices con su forma de vivir y tienen pocas ganas de evolucionar.

¿Cómo son las horas de navegación? ¿Hay soledad?
— Las travesías son una parte importante del viaje, tienes que mentalizarte antes de que vas a pasar muchos días en alta mar. Los dos primeros siempre son difíciles, a partir de entonces, y si el tiempo no es malo, entras en una rutina de cocinar, leer, estar pendiente del barco y la navegación, dormir..., normalmente en las travesías somos tres personas, distribuimos equitativamente las tareas y nos repartimos las guardias.

¿Han pasado algún momento de peligro?
— Estuvimos en riesgo de perder el barco en la isla de Aitutaki (Islas Cook). Pasábamos por un estrecho canal sobre el coral y a medio camino quedamos varados. Una pequeña barca de un nativo nos ayudó a girar el velero y después de un buen rato pusimos proa hacia fuera del arrecife y nos dirigimos hacia Tonga. Quisimos agradecerle su ayuda con cosas de las que él no disponía en la isla pero las rechazó todas. Ese es el espíritu del Pacífico que deseamos que no cambie nunca.