Juan Jesús, en una imagen junto a su hija de tres años, Aurora Salvador, y su esposa Jian Ping Xu | JJS

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Establecerse en el lejano oriente no entraba en principio entre sus planes, pero los caprichos del destino llevaron a este menorquín a instalarse allí después de haber pasado también temporadas en Nepal y la India. Durante unas vacaciones en China conoció a la que hoy es su esposa y madre de su hija. Ahora trabaja en diferentes proyectos empresariales en Hangzhou, una región considerada como «el cielo en la tierra» por los chinos y que pese su gran población «sigue teniendo esa esencia de pueblo», avanza el menorquín.

¿Cómo se gana la vida un menorquín en China?
— Abrí un restaurante por mi cuenta, Casa Aurora, y un grupo de empresarios que conocía nuestro país, y que eran clientes de dicho establecimiento, se puso en contacto después para montar otro restaurante español, una especie de asador de comida mediterránea. Así fue como nació el segundo proyecto de restauración, que hemos bautizado como Fuego. Y actualmente estoy metido en otro proyecto que se llama Bernini, de comida más internacional, en una de las zonas más exclusivas de la ciudad.

Se ha especializado en el mundo de la restauración...
— Sí, también tengo un proyecto de panaderías, porque aquí ahora con el tema de la bollería están como locos, un producto que nunca ha estado incluido en la dieta de esta cultura. Una empresaria quería abrir un negocio, y dio la casualidad de que yo me había traído para el restaurante Fuego a un buen amigo que es maestro panadero, que trabajó durante muchos años en la panificadora de Ciutadella y en el horno que había enfrente de la Catedral. Así que fue una oportunidad perfecta para desarrollar el proyecto. La cosa está yendo, afortunadamente, muy bien, y ello ha propiciado que entre un socio capitalista mayor con el que se pretende seguir creciendo en toda la región.

¿Qué tipo de bollería hacen?
— De todo... También ensaimadas y las cocas menorquinas...

Parece que lo español está de moda en China...
— Pega muy fuerte; sobre todo el tema de la restauración y la gastronomía, afortunadamente para nosotros. Porque en los años que llevaba aquí veía cómo el mercado lo copaban los franceses e italianos, incluso con el tema de los aceites y los vinos. Lo español cada vez va a más y está gustando. En la ciudad en que vivo había españoles que eran fotógrafos, empresarios, trabajadores de grandes compañías... pero ahora empiezan a llegar cocineros, camareros...

Supongo que la gastronomía china poco tiene que ver con la que vemos por España...
— Nada. A ellos les encanta y adoran el picante. Y es curioso porque fuimos nosotros, los españoles, quienes lo introdujimos en China.

Ahora se dedica a los negocios, pero ¿qué fue lo que le llevó a China?
— La primera toma de contacto fue porque tengo en Cala en Blanes un amigo chino que tiene un restaurante. Llevaba muchos años invitándome a ir a su país. Coincidió que era el 50 cumpleaños de su padre y fuimos a Shanghái. Una vez allí, me dediqué a viajar por el país y conocí a la que hoy es mi mujer. La vida me llevó hasta allí. Unos años atrás había estado viviendo también en Nepal, colaborando en un orfanato con una ONG, y antes de eso en la India. Al final, conoces a la persona de la que te enamoras y te quedas en el sitio. Y de eso ya hace seis años.

¿Cómo fue la adaptación a la cultura china?
— Como turista, el país es una pasada; tiene mucha oferta cultural y de naturaleza. Me quedé enamorado. Pero luego, cuando tuve que empezar a vivir era muy complicado. Al principio me fui a vivir a Yiwu, una ciudad muy conocida por ser un importante a nivel de negocios, donde está el centro comercial de venta al por mayor más grande del planeta. Es una ciudad solo para el negocio, con aeropuerto internacional y eso que no llega al millón de habitantes. Cuando llegué allí, a pesar de ser todo tan internacional, me resultaba muy complicado desenvolverme por el idioma. Era una personas muy independiente, y pasé a depender muchísimo de mi mujer; allí estaba como sordo, ciego y mudo. Estaba muy perdido, y eso te crea frustración. En aquel momento no veía el potencial que podía tener allí.

El idioma suele ser una barrera importante, más si estamos hablando del chino. ¿Está superada ya?
— Sí, puedo sobrevivir bien, aunque no para mantener conversaciones filosóficas. Pero me hago entender.

¿Y cómo se siente viviendo en el país más poblado del mundo?
— Cuando me encuentro en las ciudades grandes, a los dos días ya estoy estresado. No puedes trazar una línea recta de diez metros sin tener que ir serpenteando. Pero la ciudad en la que vivo es muy tranquila, abierta las 24 horas del día y muy turística...

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Y la contaminación...
— Eso es real y es el mayor problema que tienen aquí ahora mismo, la contaminación de las industrias. Me da pena, ya que da la sensación de que no lo cuidan mucho; están mirando más el tema económico que la salud de las personas; ahí fallan, pero en muchas otras cosas nos dan cien mil vueltas. A mi hija la contaminación le afecta bastante, ahora tiene asma, y ése es uno de los factores por los que nos estamos planteando la posibilidad de volver a España. Llevo ya años fuera y a veces me planteo regresar.

¿Cuál cree que es la gran virtud de la cultura china?
— Su parte tradicional; como se cuidan entre ellos. Me gusta que tienen un gobierno que cuida a su pueblo. Hay corrupción, como en todos los sitios, pero no es el mamoneo que hay en España. Allí es algo vergonzoso y lo eliminan rápido. Me gusta cómo invierten en su pueblo.

Sin embargo, la república popular allí instaurada no goza de muy buena prensa en el resto del mundo...
— Dicen que hay una dictadura, pero no sé lo que cada uno considera que es una dictadura. En España tampoco hay libertad para hacer muchas cosas... El comunismo sigue existiendo, y a quienes nacen en las zonas rurales les dan dos terrenos, uno para cultivar y otro para hacer una casa. Lógicamente eso es algo que no se puede hacer en ciudades. Cosas como esas no se suelen comentar. Veo que hay como una cierta animadversión hacia lo chino, sobre todo en España. Lo que ves en la televisión y lees en los periódicos siempre es negativo. Y eso me da un poco de pena. Si se dijese la realidad que hay, se podría dar a conocer las oportunidades que existen y que los empresarios pudiesen venir a trabajar, porque aquí está el dinero ahora.

El tema de internet es otro asunto en el que parece que no hay mucha apertura...
— En internet está capado todo lo que sea mala propaganda o pueda hacer daño al partido...

¿Puede utilizar Google?
— Antes funcionaba bien, pero ahora utilizo el Baidu, que es chino. También están vigiladas otras plataformas como Facebook o Youtube. Dicen que por control, pero mi opinión es que es por una cuestión de negocios, ellos tienen sus propias redes sociales hechas por el estado. Muchos extranjeros que conozco pagan para poder acceder a las páginas y plataformas del resto del mundo.

¿Qué porcentaje de paro tienen?
— Ahora mismo no sabría decir, pero conozco muy pocos chinos parados. Otra cosa que se suele decir es que ganan 200 euros al mes. Pero en España puedes ganar 2.000 euros y a lo mejor no llegar a final de mes... En España parece que comer es un lujo. En China, los sueldos comparados con Europa son muy bajos, pero yo he cocinado tres veces y por dar el capricho a mi mujer, aquí te puedes permitir ir todos los días a un restaurante. Los dos comemos por tres euros, y no comida basura. Los productos de primera necesidad son muy baratos y la vivienda también.

Las virtudes han quedado claras, ¿algún defecto?
— Los hospitales. Son caros, y algunos hasta sucios. Puedes encontrar hasta gente fumando en ellos. Hay una seguridad social, pero no como la nuestra; lo que tenemos en España es una maravilla. Pero la contaminación, como he dicho antes, es un problema muy serio.

¿Qué visión tienen de España?
— Pues los típicos estereotipos. Toreros, paellas, sangría... Eso no cambia. De alguna forma la selección de fútbol ha hecho que nos conozcan un poco más. El Madrid y el Barça son los equipos estrella en el país; trasnochan para ver el fútbol.

¿Son una sociedad hospitalaria?
— Son un amor. Yo me he integrado muy bien. Incluso hasta he participado en programas de televisión sobre alimentación... También he hecho cine. Mi hija, de tres años, es bebé modelo, y a través de ella me comentaron que necesitaban actores para una producción con Jackie Chan, Adrien Brody y John Cusack, y participé como extra: de soldado, albañil y de tamborilero.... Fue muy bonito. Creo que la película se estrena en diciembre, el título en inglés es «Dragon Blade».

¿Qué echa de menos?
— De Menorca, todo; las fiestas de Sant Joan, las amistades, dar una vuelta por la playa... El mar. Piensas y sueñas cada día con Menorca, es algo que no te pueden quitar. También he echado mucho de menos estos años las aceitunas, las hay, pero son muy caras (ríe).