Los clientes observan las langostas de Menorca este martes en la Pescateria de Maó | Javier Coll

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Todo lo que pescan lo tienen vendido. Es agosto, el mes punta también en cuanto a demanda en los restaurantes de delicias gastronómicas como la langosta y, en general, de pescado fresco. De momento la temporada de langosta, que comenzó el pasado 1 de abril, no está logrando el volumen de capturas del año pasado, aunque eso no ha hecho que los precios se disparen, según las cofradías de pescadores. El crustáceo sigue siendo un plato para unos pocos bolsillos: el precio al que se paga en las lonjas oscila entre los 60 y los 65 euros por kilogramo. El consumidor podía comprarlo a 75 euros el kilo este martes, en el Mercat del Peix de Maó, y si se quiere degustar en la mesa de un restaurante pasa de los cien euros y puede llegar hasta cerca de 140 en alguno de los establecimientos más reconocidos de la Isla a la hora de elaborar calderetas o cocinar otras recetas de langosta.

En el pueblo marinero de Fornells el negocio pesquero y de restauración gira en torno a este crustáceo y en verano el cien por cien de la captura de las barcas que trabajan en sus aguas está vendido cuando llegan a puerto. La mayoría de la pesca es para los restaurantes del núcleo del norte de la Isla. Este año, a poco más de dos semanas para que se cierre la temporada de captura de langosta, la cofradía lleva pesados 350 kilogramos menos que en 2016, cuando a principios de agosto se habían pescado 4.960 kilogramos. Pero aún es pronto para realizar un balance, «falta mucho para acabar», puntualizan desde la agrupación, ya que el cierre de temporada es el próximo día 31.

Para la cofradía de pescadores de Maó la percepción coincide con los profesionales de Fornells: la temporada es peor en cuanto a capturas de langosta y pescado, ha mejorado en cuanto a la gamba roja y en general las ventas permanecen estables. La demanda de los meses fuertes del verano hace que «todo lo que se captura en julio y agosto esté vendido», señala el vicepatrón mayor Pito Quintana, quien recuerda no obstante que el sector pesquero menorquín aporta entre el 20 y el 25 por ciento del pescado que se consume en la Isla; el resto llega de fuera.

La cofradía de Ciutadella, que el año pasado acaparó casi la mitad de la pesca de langosta, con más de 7.000 kilogramos, no ha ofrecido su valoración sobre la marcha de la temporada, a la espera de cerrar datos de captura a finales de mes; eso sí, la impresión es que está siendo positiva pero «irregular». Maó ocupa la tercera posición en cuanto a capturas de langosta en Menorca, después de las cofradías de Ciutadella y Fornells, con 1.702 kilogramos en 2016, lo que ya supuso una caída de 551 kilos respecto al año 2015. La cofradía tiene 56 socios, cerca de una veintena de barcas de artes menores y tres de arrastre. Las vacantes de los pescadores que se jubilan no se suplen, falla el relevo generacional. «La gente se cansa, y no solo porque sea un oficio duro», opina Quintana, sino porque «hay demasiadas normativas y dificultades, de aquí a diez años quién sabe lo que pasará».

En cuanto a los consumidores, los restaurantes coinciden en que la mayor afluencia de turistas les beneficia pero suelen ser los veraneantes fijos, los que tienen segundas residencias, los que se mantienen fieles a un establecimiento y consumen el pescado fresco: meros, pargos, salmonetes, gambas, gallos o la cotizada langosta.