La Solana | Javier Coll

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El presente de las casas de La Solana, enclave emblemático del puerto de Maó, tiene sabor a marisco. Solo a marisco. No hay otra actividad en estos once inmuebles, nueve de los cuales, durante años, se utilizaron como vivienda hasta que a finales de 2013 Autoridad Portuaria de Balears culminó su desalojo, iniciado en 2010 con motivo del final de las concesiones. Tres profesionales trabajan en este espacio gracias a dos autorizaciones de ocupación temporal, como continuidad de antiguas concesiones a sus ancestros, también caducadas en 2010, para el desarrollo de esta misma actividad en este mismo espacio. De hecho, el marisqueo fue la función original de estas construcciones, que se reconvirtieron posteriormente en lugares privilegiados para el veraneo.

Las otras nueve casas siguen vacías. Solo para dos de ellas se vislumbra una reactivación a corto plazo. Y también sabe a marisco. Es el plato único. Muscleres González solicitó a finales del pasado verano una autorización para utilizar otros dos inmuebles, los más próximos a su actual vivero, que todavía está pendiente de una respuesta formal. «Ahora mismo estamos bastante estrechos, el local que tenemos se nos ha quedado pequeño. La verdad es que nos hace bastante falta», comenta Paco González, responsable de la empresa.

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