En el desfiladero. Sin duda fue el lugar más bello del viaje y por el que Marta volvería a Jordania.

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La ficha

Lugar y año de nacimiento
— Ciutadella, 21 de febrero de 1994

Profesión
— Trabaja como coordinadora de socorristas en un parque acuático. Estudió el Grado Superior de Deporte y es entrenadora personal, monitora de tiempo libre y socorrista.

Vive en...
— Ahora en Lanzarote, hasta que en verano se incorpore a su trabajo en Menorca.

Qué motivó su viaje
— Es una afición familiar que ha heredado, su madre trabaja en una agencia de viajes y desde muy pequeña hizo las maletas.

Otros países visitados:
— Son numerosos los destinos en distintos continentes: Nueva York, Indonesia, Tailandia, el Caribe, Egipto (un viaje que asegura repetiría), Estambul y ciudades europeas como Lisboa, Bruselas, Ámsterdam, Praga, Cracovia, París, Berlín y Londres.

Se podría decir que el viaje es el estado natural de Marta Taltavull Vilafranca porque desde muy niña, sea por vacaciones o por las competiciones de baloncesto en las que participaba –jugó desde los 6 hasta los 22 años–, empezó a viajar. Es ya casi una tradición familiar que uno de los regalos en Navidad sea una escapada, porque su madre, explica, trabaja en una agencia precisamente organizando viajes.

El verano es para Marta, que es coordinadora de socorristas en el parque acuático de Cala en Blanes, tiempo de trabajo y de ahorrar para recorrer mundo en invierno. «Hace 38 años que mi madre trabaja en la agencia, y por trabajo ha tenido que viajar, lo he visto desde que era muy pequeña y además nos ha llevado con ella en ocasiones», comenta, como explicación a su facilidad para hacer la maleta y partir.

Ahora que ella y sus dos hermanas son mayores, les encanta ir con su madre a destinos en todo el planeta. «Sola no he viajado nunca, y no es porque me dé miedo, sino porque disfruto más si lo hago en compañía», asegura. Los viajes más largos, a Indonesia y Tailandia, los hizo con amigos.

El último, con destino a Jordania y la mágica ciudad de Petra, con su madre y su hermana mayor Julia (su hermana pequeña vive en Australia) en un grupo organizado por su progenitora, en el que participaron una treintena de personas, la mayoría de Ciutadella pero también algunas parejas de Maó y Ferreries. «Hace unos años siempre viajábamos en Fin de Año pero desde hace tres preferimos hacerlo en febrero porque tenemos más días y sale más barato», explica. Y como suele ser habitual, Marta no supo el destino hasta poco tiempo antes de salir de Menorca. «¡Siempre sabe a dónde llevarnos! El viaje familiar que no me lo quite nadie», bromea.

Rumbo a Ammán
La ruta pasó por una escala en Barcelona y de allí, directos a Ammán, la capital jordana. Más de tres mil kilómetros en línea recta trazada sobre el mapa, el otro extremo del Mediterráneo en la frontera con Israel, Siria y Arabia Saudí. Una vez en tierras jordanas, la primera parada fue Jerash (Gerasa) «conocida como la Pompeya del Este y una de las ciudades más famosas de Oriente durante el Imperio Romano», rememora la viajera. De hecho fue una de las ciudades de la Decápolis, las diez más esplendorosas e importantes en la zona más oriental del antiguo imperio. Allí pudo recorrer el Hipódromo, el Arco de Adriano, el Ágora y las ruinas de los teatros –sentirse como en Roma pero muy lejos de Europa–, y después rematar el día con una visita al castillo islámico de Ajlun.

El recorrido continuó en sucesivas jornadas conociendo los castillos del desierto, dándose el baño de rigor, sin apenas hundirse, en el Mar Muerto, el más salado del mundo, y también con la visita a Madaba, la principal ciudad cristiana de Jordania y una de las más importantes, famosa por su mosaico bizantino del siglo VI donde aparecen las antiguas ciudades de Tierra Santa, explica Marta, quien también subió a uno de los lugares sagrados y bíblicos, el Monte Nebo, desde donde se divisa el Valle del Jordán y el Mar Muerto.

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«Pero para mí el mejor día del viaje fue cuando visitamos la ciudad de Petra», cuenta. «Se accede a Petra a través del Siq, una inmensa y tortuosa grieta en la roca».

Después de caminar 6 kilómetros el grupo llegó a una de las siete maravillas del mundo, Al-Jazneh (El Tesoro), con una impresionante fachada excavada en la roca de 40 metros de altura y casi 30 de ancho. Esta es la visita que se quedó grabada en su memoria, «repetiría el viaje a Jordania solo para volver a Petra», exclama, aunque si hay algún sitio al que regresar, cree que ese lugar es Egipto.

En dirección al desierto de Wadi Rum, en vehículos 4x4 para poder admirar el paisaje, «ese día nos llovió bastante, incluso cayó granizo, fue toda una experiencia», recuerda la menorquina, que también disfrutó de una cena típica en el desierto y de los bailes tradicionales.

El viaje organizado no deja mucho margen para mezclarse con los locales pero Marta asegura que su carácter extrovertido le ayuda a conocer gente allá donde va, aunque como precaución «nunca doy información muy personal». Encontró a los jordanos hospitalarios, «muy agradables» y la situación del país, mejor que en otros destinos.

«La gastronomía me gustó bastante, salvo el cordero que comen mucho y a mí no me gusta, pero el resto, me pareció que era muy sano y comen bien, verduras y alimentos como la crema de garbanzos, el humus», explica.

La joven ya piensa en qué invertirá el dinero que pueda ahorrar durante la temporada que está a punto de comenzar: «El invierno que viene si ahorro lo suficiente me gustaría pasar uno o dos meses en Australia, y de regreso, pasar por Panamá y Filipinas», señala, «es lo que tengo ahora en mente, pero Australia es caro, ya se verá». Reconoce que viajar, una actividad a la que le han impulsado desde pequeña en casa, le aporta desarrollo personal. «Me gusta conocer cómo vive la gente en otros lugares del mundo que no sean Europa, creo que aquí vivimos muy cómodamente y ver esos otros sitios y saber lo que sienten en esas culturas me hace crecer como persona, creo que te cambia para bien».