José Potente Chacón | Josep Bagur Gomila

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Edad...

— 58 años

Actualmente vive en...

— Maó

Llegó a Menorca...

— 2018

Ocupación actual

— Medicina en el Hospital Mateu Orfila

Estudios

— Médico anestesiólogo

Su lugar favorito en la Isla es…

— Claustre del Carme

Trabajaba en el Hospital Universitario de Caracas, y su hijo desde Londres le pedía que viniera a Europa. En tres días de septiembre de 2018 recibió tres ofertas para trasladarse a España. En esta entrevista José Potente pide no hablar de política.

¿Cuándo oyó hablar de Menorca, por primera vez?

- Hace bastante tiempo, cuando unos alumnos de posgrado del Hospital Universitario de Caracas se vinieron para Mallorca. Eso fue en el 2005 cuando asistí con unas exalumnas a un congreso de anestesiología en Palma. Habíamos hecho un cartel que había sido seleccionado y lo presentamos. Posteriormente se vino a Menorca una amiga, Briseida Gil, que fue quien me invitó a trabajar aquí.

Antes de su viaje a Mallorca, ¿había estado en Europa?

-Sí. La primera vez fue en Italia. Mi papá es italiano. Luego vine con mi hijo y estuvimos en Italia, Francia y España. Visitamos Madrid, Barcelona y Sevilla.

¿Cuándo llegó a la isla?

-Llegué el 22 de noviembre de 2018. Era un jueves.

¿Qué le impulsó a venir?

-Buscar la cercanía a mi hijo. Él estaba en Londres y me insistía mucho en que viniera para acá. Sabía que tenía mis papeles homologados. Nosotros tenemos pasaporte comunitario y eso nos facilitaba trabajar en España. Yo le decía que tenía mi vida y mi profesión en Venezuela. Él me insistió tanto, que un día dije sí. En una semana del mes de septiembre de 2018, el miércoles me llegó una oferta de trabajo en Barcelona y dije que no. El jueves me escribe una persona de la que yo había sido jurado de su tesis de anestesiología y me dijo que en un hospital en las afueras de Barcelona había probabilidades de trabajar. Le dije que no. El viernes por la mañana me llamó desde Menorca mi amiga Briseida Gil y esta vez dije que sí. Casi me pareció como una señal, tres ofertas en una semana… Pensé «voy a aprovechar».

Usted era profesor además de anestesiólogo…

-El Hospital Universitario de Caracas está dentro de la Universidad Central de Venezuela. Entonces, la universidad tiene profesores de pre y post grado. Yo tenía los dos cargos, para el hospital y para la universidad.

¿Es usted de Caracas?

-Yo nací en Ciudad Ojeda, un pueblo del occidente del país, de padre italiano y madre venezolana. Es una ciudad fundada por un español: Alonso de Ojeda.

¿Ve grandes diferencias entre la práctica médica de Venezuela y la de España?

-Hay ciertos matices propios de conductas y protocolos, pero en términos generales es lo mismo. Es obvio que la parte administrativa cambia, tiene sus intríngulis, los matices propios de cada país. Como especialidad la anestesiología es una sola.

Aquí le ha pillado la crisis de la covid.

-Exacto. Sí, sí la viví acá. Menos mal que aquí, dentro de todo, estamos bien, entre comillas. La situación sanitaria está controlada si tomamos como referencia datos, cifras y comportamientos de la península.

¿Le ha afectado de alguna manera?

-La afectación normal tanto humana como médica por la pandemia, pero en términos generales continúo con mi trabajo, seguimos haciendo nuestras actividades.

¿Tiene relación la anestesia con los tratamientos del coronavirus?

-Estamos dentro de la línea que se enfrenta a este tipo de pacientes. Por ejemplo, cuando había que hacer ingresos en UCI en algunas oportunidades pedían el apoyo del anestesiólogo para hacer la intubación orotraqueal de pacientes que, por su condición, debían ser conectados a un ventilador mecánico. Entonces había que tener los cuidados propios y la conducta adecuada para eso. Igualmente, cuando recibíamos emergencias de pacientes positivos o que no tenían pruebas realizadas, entonces tenían que ser tratados como casos sospechosos y hacíamos el abordaje del protocolo como si se tratase de un paciente covid-positivo. Estuvimos en contacto directo con la situación.

Después de tantos días seguidos sin que aparezcan nuevos casos, deben de haberse tranquilizado un poco en el hospital.

-Sí, ya la situación está controlada y la presión ha disminuido. Obviamente la alerta y las precauciones tienen que continuar y debemos estar atentos. Pero ahora con menos tensión de la que hubo en su momento.

¿Tiene noticias de cómo afecta la pandemia a Venezuela?

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-Cuando estábamos en la cúspide de la enfermedad, acá en España, hablé con una compañera de Venezuela, que además de anestesióloga es intensivista, y me dijo que en ese momento, cuando estaba empezando la situación allá, había consultado con otros intensivistas y solo se conocía un solo paciente en las UCIS de Caracas. Pero hoy día, por redes sociales recibo cifras de más positivos. Los últimos datos que tengo son que hay unos 1.100 casos registrados, pero no sé de ningún conocido que esté enfermo.

En el Ateneo de Maó dio una conferencia sobre medicina y arte, ¿de dónde sale ese interés?

-Eso salió de una conversación. Cuando llegué empecé a trabajar inmediatamente en el hospital y conocí a Josep Bagur Corominas, pintor y ateneísta, y viví inicialmente en su piso. Es un gran amigo, gran persona, gran ser humano. Le comenté que cuando coordinaba los seminarios de posgrado, marcaba las separaciones entre los temas con una figura que tuviera que ver con una pintura relacionada con la cuestión. En una ocasión, por ejemplo, hablamos de manejo anestésico para traumatismo raquimedular y poníamos imágenes de Frida Kahlo. El último participante en el seminario tenía entonces que hacer una pequeña reseña sobre Frida Kahlo. En otro seminario sobre hemorragia obstétrica, que coordinaba una compañera, aparecían imágenes del Taj Mahal y al final el último residente hacía el comentario. Siempre tuve la inquietud de marcar entre uno y otro, o una obra de pintura, arquitectura y escultura. A Josep le pareció interesante y me propuso hacer una conferencia. A mí me encantó porque me gusta mucho hablar en público, incluso me hacía falta. Lo planificamos, di la conferencia y creo que salió bien.

También ha escrito un par de artículos para «Es Diari»...

-Sí. Cuando estábamos agobiados por la sobreinformación sobre la pandemia escribí un artículo sobre poesía y pandemia en alusión a un poema de Andrés Eloy Blanco, un poeta venezolano, altamente ligado con España. Fue político, escritor, novelista y poeta que por razones políticas estuvo exiliado en España. En 1923 ganó un premio con su poema «Canto a España». Él mismo tiene un poema que es «El limonero del señor» que habla de una epidemia de escorbuto que hubo en Caracas y mezcla la parte religiosa con la parte sanitaria. Mi artículo apareció en Semana Santa y el poema de Eloy Blanco hablaba del Miércoles Santo en que se salió en procesión y hubo la cura milagrosa de la enfermedad. El otro artículo se refería a mi visión de Maó como persona recién llegada.

¿Le gusta escribir?

-Me gusta desde niño. Eso me viene de mi madre, Blanca Emira. Era costurera, pero era una persona aficionada a las letras, la lectura, la poesía. No había acto cultural en que no me metiera para que yo dijera una poesía. Estoy seguro que de allí me viene mi afición. Ahora estoy escribiendo un libro sobre mi experiencia de mis inicios como médico en un pueblo que se llama Mijagual, en el llano venezolano. También preparo una conferencia para el Ateneo sobre medicina y literatura

¿Hay mucho trecho entre lo que imaginaba de Menorca antes de llegar y lo que ha encontrado?

-No. Yo siempre soy muy optimista, muy positivo y siento que adonde voy tengo que ir, que es algo que me corresponde, que no son casualidades sino causalidades y a medida que van pasando los días me voy dando cuenta de que estoy completamente a gusto, que esto es una bendición.

¿Se siente bien acogido en la Isla?

-Bien acogido, bien integrado, bien a gusto. Más feliz ahora que mi hijo está aquí con su esposa. Vivían en Londres y se vinieron para acá hace dos meses y medio. Imagínate, ya logramos esa integridad que buscábamos, que fue la razón por la que me vine para acá.

¿Cuál es su lugar favorito de la Isla?

-Creo que fue lo primero que conocí. Briseida me sacó a pasear por Maó y no se me olvida la gran impresión que tuve al ver la iglesia del Carmen. El color de esa piedra amarillenta, ese contraste con el cielo azul. Al lado está el Claustro y al fondo visualizas el azul del mar. Ese conjunto me gustó mucho y es un lugar al que tiendo a ir. He ido muy poco a las playas. Llevó más de un año pero no conozco las calas. He podido ir entre tres o cuatro oportunidades a Ciutadella y me parece una belleza, una ciudad muy señorial. En conjunto, Menorca me parece una postal con pinceladas de tiempo.

¿Cuáles son sus paisajes favoritos de Venezuela?

-Venezuela es una tierra muy bella. Yo estudié en una región andina, en una región fría, de cordilleras, Mérida. Allá tenemos la bendición de que disfrutamos tanto de montaña donde incluso nieva, tenemos costa, mar Caribe, tenemos desiertos, médanos en la región de Coro y tenemos llanura. Tenemos una variedad de paisajes y geotipos que son todos bellos.

Aparte de la política aquí en España existen dos tópicos sobre Venezuela que son los culebrones de televisión y la belleza de las mujeres, ¿qué opina?

-Lo de los culebrones creo que ya va pasando pues la producción desde hace mucho tiempo prácticamente no existe. En su momento supe que tuvieron gran impacto en España. Por otro lado, sí es cierto que las mujeres venezolanas tienen fama por esos concursos internacionales de belleza. Creo que eso debe mucho al mestizaje que hay. Somos un país que en las décadas de los años cincuenta y sesenta abrió las puertas a muchos inmigrantes: españoles, portugueses, italianos… como es el caso de mi familia paterna. De allí salió una mezcla que parece que es bastante interesante. Yo lo atribuyo a eso.

¿El deporte favorito del país?

-El béisbol.

¿Hay mucha colonia venezolana en la Isla?

-Sí. En el hospital, por ejemplo, hay unos cuantos médicos venezolanos. Como somos latinos, somos de compartir y de sentir el acento. Yo soy muy apegado a los míos, me siento orgulloso y siento esa atracción, esa empatía por los propios.

¿Siente en algún momento añoranza?

-Claro, claro. El extrañar y añorar significa que tienes lazos de afinidad, lazos de apego en este caso por un lugar. Eso no obsta a que acá me sienta bien. La nostalgia por la tierra siempre existe.

¿Cree que se jubilará aquí?

-Mire... como le digo. Voy viviendo los días, viviendo el presente, disfrutando lo que se me va ofreciendo y al final va a suceder lo mejor que tenga que suceder.